miércoles, 6 de mayo de 2015

Un Chilam Balam de los tiempos modernos: José Natividad Ic Xec

El maestro José Natividad Ic Xec en su rincón de trabajo.

El 12 de diciembre de 2012, en la sede del CIESAS Peninsular del rumbo de la Mejorada, del centro de Mérida, tuve la suerte de conocer a uno de los últimos de los Chilames, a un profeta que cambió sus vaticinios por la redacción de cuentos y leyendas mayas, nacido en el sur de Yucatán, en la Villa de Peto para ser precisos: José Natividad Ic Xec. Ese día fue la presentación de su libro, La mujer sin cabeza y otras historias mayas, editado bajo el sello del CIESAS, y cuya edición estuvo bajo el cuidado del doctor Jesús Lizama Quijano, quien le ofreció, felizmente para los interesados en las “consejas” mayas,[1] la oportunidad de publicarlos. Para el mes de noviembre de ese año, los textos que anteriormente habían aparecido en el Diario de Yucatán (el autor laboró como redactor durante 16 años), bajo el título de “Leyendas y tradiciones mayas”, y otros en el portal de internet de Ic Xec, elchilambalam.com; se concretaron en el libro de marras, con un tiraje que llegó al millar. Posteriormente, en el 2013, el libro sería traducido en Francia por la amiga de Ic Xec, Nicole Genaille, bajo el título de La femme sans tête et autres histoires mayas. El texto en español se engalana con unas bellas ilustraciones de Diana Itzel Montes Gómez, y en la traducción francesa están insertas varias fotografías del autor, de personas que dieron su tiempo para narrar los cuentos y leyendas, y de las veredas y paisajes de la tierra nuestra, la Península y sus pueblos.
La pregunta que alguien que no siga las publicaciones de elchilambalam, y que seguramente se formularía al terminar de leer La mujer sin cabeza, es tratar de saber quién es este escritor que, con un libro de poco más de 100 páginas, nos ha hecho recordar, y volver a creer, en el mundo encantado del Mayab, en el que muchos pueblos del Yucatán profundo, todavía guardan “arroyos límpidos de cultura maya”, a la cual se accede cuando visitamos a los verdaderos depositarios, los abuelos y abuelas mayas, y convivimos con ellos y aprendemos de su sabiduría y somos partícipes de la tradición oral, compartida de generación en generación: “Hablar con un abuelo maya –apunta Ic Xec- es tener contacto con un pozo de sabiduría; un abuelo es una máquina del tiempo que conduce a las profundidades del pasado”.
Nacido el 7 de septiembre de 1963 en la Villa de Peto, Ic Xec pasó por dos años de filosofía y uno de teología en el Seminario de Mérida. Iba para sacerdote (no me lo imagino en un púlpito), pero tal vez su espíritu díscolo e indagador lo llevaron fuera de los claustros, a matricularse en la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Yucatán, y, posteriormente, a laborar en una sala de redacción del Diario de Yucatán, a tener una bonita familia y a leer con fruición. En la enorme biblioteca del seminario, en sus tres años que estuvo ahí, abrevó de la filosofía escolástica, de la patrística, de la biblia y de las literaturas occidentales. Encandilado por tanto saber a su disposición, Ic Xec indica que esto le impidió “mirar la riqueza cultural que había heredado, comenzando con mi lengua materna”, sin embargo, pienso que el conocimiento universal con que nutrió sus años en el seminario, posibilitó, tiempo después, laborando ya en el Diario de Yucatán, que con sus lecturas de las narrativas universales de un escritor o periodista en formación, recreara aquellas inolvidables consejas, leyendas y cuentos, oídas en sus años de infante, en voz de su abuela Tiburcia.
Ic Xec se declara filósofo y teólogo, es decir, lector de filosofía y teología, pero también “amante de lo nuevo  y de lo antiguo”, indigenista y divulgador de la cultura maya yucateca, incluido el idioma. Desde su portal elchilambalam.com, ayudado grandemente por el informático Lorenzo Itzá, quien da mantenimiento a las redes sociales y a la web creada en enero de 2012 con ocasión del llamado fin del 13 Baktún,[2] ha dado cabida a poetas e intelectuales mayas, como Lázaro Kan Ek, seudónimo del intelectual y educador maya, Pedro Uc Be; a defensores de la cultura actual, como su compatriota, Bernardo Caamal Itzá, el Arux; a hacernos conocer los trabajos de los maestros del idioma maya como Feliciano Sánchez Chan y Fidencio Briceño Chel, y darnos noticias de nuevas propuestas culturales de revitalización de la cultura maya, como el movido hip-hop de Pat Boy, los trabajos en espeleología de la digna heredera de don José Tec Poot, Fátima Tec Pool, y el Grupo Espeleológico Ajau que dirige el maestro Carlos Evia; así como los nuevos veneros poéticos en lengua maya de los poetas Wildernain Villegas Carrillo, Isaac Carrillo Can y la narradora Sol Ceh Moo, todos peninsulares y todos ganadores del premio Netzahualcóyotl de literatura en lenguas mexicanas. Pero casi todos, si no es que todos los textos que tiene colgado en elchilambalam desde enero de 2012, han salido de la diáfana escritura de este poeta y escritor que, aunque prefiere escribir en español yucateco sus textos, y aunque no desconozca su rico idioma materno, el maya, no por eso se le puede restar ningún mérito a la fuerte vitalidad cultural y las resonancias singulares de los pueblos de Yucatán reflejados en su escritura y en sus artículos y crónicas, escritos en correcto y castizo español yucateco. Se pueden escribir futilidades y soñarreras en lengua maya (y se escribe bastante de ello), pero eso no indica que lo que se escribe es literatura maya, y a veces ni a literatura llega. Ahora bien, se puede escribir literatura en español con temas y motivos mayas, y si se escribe con la transparencia y el trabajo literario que podemos leer en La mujer sin cabeza, esta literatura es obvio que se sobrepone al accidente de escribir o no en la lengua nativa, y aglutina tanto la cadencia de la psicología y cultura maya, así como las incontrastables verdades universales que tocan a todos los pueblos por igual.
Desde el primer momento, Ic Xec fue asiduo promotor y defensor del Festival Maya Independiente, Cha’anil Kaaj, y en su portal de internet nos hemos enterado de las noticias del Mayab, hemos ido con su escritura y la lente de su cámara fotográfica, siguiendo sus pasos de caminante tenaz por los rumbos del Mayab mediante sus crónicas de viaje, y estamos aprendiendo el idioma maya y lo escuchamos en radio y lo leemos en las redes sociales. Sin empacho, podemos asentir que tal vez elchilambalam.com es, actualmente, la web más consultada sobre cultura maya. Frente a los mayistas cargados de letras y sapiencia inextricable y que mal escriben su conocimiento, la escritura clara y fina de Ic Xec transparenta la riqueza de la cultura antigua y moderna del Mayab. Es un divulgador y, a un tiempo, un defensor de la cultura maya, aquel waayólogo nacido en el sur de Yucatán. Si sabemos que de su portal elchilambalam han salido muchos relatos que hoy forman parte del libro La mujer sin cabeza, le pregunté al maestro Ic Xec qué lo impulsó para crear un portal que toca temas exclusivos del pueblo maya, de los muchos pueblos mayas que llenan de fulgor, anécdotas e historias la geografía de la Península. No fue ni el dinero (no gana “ni un chingado peso con el blog”), pero sí el deseo de contar, de “hablar sobre su cultura”, nuestra cultura, de darnos a conocer los sucesos y las muchas historias y leyendas que pueblan Yucatán:

La idea original de elchilambalam es mía (aunque hay muchas ideas) porque es de fácil pronunciación, fácil de escribir y sobre todo que abarca el espíritu de los antepasados y de los presentes mayas. Sobre la creación de la web, me impulsó la evidencia de que no hay lugares confiables para leer noticias sobre los pueblos mayas y sobre lo que ocurre ahí. Los diarios comerciales se enfocan en otros temas (más vendibles y de moda). Pensé entonces que era conveniente hacer algo así como lo que hacemos actualmente en elchilambalam que toque temas de la cultura nuestra, y aunque es cierto que hay lugares interesantes de donde abrevar (académicos, por ejemplo), elchilambalam lo contaría simple y llanamente, y su objetivo era y es ser accesible para todos, niños y grandes, y en [elchilambalam] no se disfraza ni se interpreta nada: sólo se cuenta cómo son las cosas. Y pues ahí sigue, de pronto veo en revistas las notas tomadas de ahí, algunos tienen la cortesía de mencionar el lugar, otros no, pero así es esto del internet.[3]

“Los hombres somos en gran parte lo que fuimos en la niñez” es una frase que no remite a un cliché sobre la idealización de la infancia, sino que posibilita entender los trabajos actuales del maestro Ix Xec, y que en el 2012 dio a la imprenta 27 relatos de ellos en La mujer sin cabeza. Suerte que nació en un pueblo grande como Peto, suerte que en su familia estuvo su abuela Tiburcia Noh, una mujer de Tixcacaltuyub y que vivió los últimos años de la Guerra de Castas y que traía tantas historias que contar a sus nietos:

Ella era una gran narradora y tuvo gran influencia sobre nosotros sus nietos. Recuerdo el ritual de todas las noches cuando mamá se iba a la lonchería de mi abuelo donde trabajaba hasta horas de la madrugada: trepados a los brazos de nuestras hamacas rodeábamos a la abuela Tiburcia, quien comenzaba a hablar y nos transportaba a extrañas tierras de brujos, a atmósferas maléficas, a montes regados de sangre. Siempre nos habló en maya…De la boca de la abuela Tiburcia oímos las historias más insólitas sobre apariciones, brujos, maleficios, malos aires. De su boca escuchamos por primera vez, mis hermanos y yo, los nombres de las poblaciones de Yucatán que hoy visito todavía con arrobamiento, esperando que en algún lugar aparezca un indicio de aquellos tiempos antiguos.[4]

Por medio de las enseñanzas de la abuela Tiburcia, Ic Xec entra a esa tradición encantada del Mayab, y su historia literaria es muy similar a la que vivieron, en sus primeros años, maestros del idioma como Gabriel García Márquez, a quien su abuela, Tranquilina Iguarán Cotes, pobló la infancia del futuro fabulador salido de Aracataca, con historias de aparecidos y otras muchas realmaravillosidades.
La mujer sin cabeza y otras historias mayas es un libro que se puede leer sentado o a pie, en el baño o en la biblioteca, que lo degustan tanto eruditos cargados de letras como simples lectores primerizos; pero encima de estas consideraciones, es un libro que se lee con gusto porque se nota que fue escrito con lo mismo y con la destreza de un escritor a veces borgeano, en otras ermileano (lector del Canek), aunque siempre con un estilo inconfundible, alejado de florituras y barroquismos. Consta de 27 relatos breves, y en ellos hay cabezas humanas que se pasean en la noche cuando el pueblo duerme; hay una misteriosa mujer que recorre los caminos del Mayab profiriendo augurios y sanando a los enfermos. Otra mujer, que por unas santas monedas daba su cuerpo a los hambrientos de deseo en un famoso prostíbulo de Peto, estaba marcada con la muerte y su pesada mirada podía matar a los niños sin querer.
Sabemos por la lectura del libro, que la Xtáabay existe y es una hermosa mujer que se convierte en serpiente si se le repele con una xanab k´éewel (sandalia con plantilla de piel y soga de hilo de henequén para sujetarlo al pie y al tobillo), y que siempre está sentada en una albarrada y peinándose con el fruto de la enredadera llamada xáache’ xtáabay, el peine de la Xtáabay. Ic Xec puede asentir, con Mediz Bolio, que la Xtáabay es “la mujer que deseas en todas las mujeres y la que no has encontrado en ninguna todavía”.[5]
En el libro, los malos vientos del Mayab cruzan sus páginas convirtiéndose de inocuas tortolitas a zopilotes, y de estos a toros enormes que persiguen a los incautos. En el monte, en las encrucijadas de caminos donde se reúnen para confabular, pasando los rieles de las antiguas vías de tren de los pueblos del sur, los malos vientos, los k’aak’as íik’o’ob, salen de sus escondites al mediodía y a la medianoche “y se pasean por las calles levantando el polvo rojo y las hojas secas” y pueden fulminar, o bien paralizar el cuerpo del cristiano de por vida. Para contrarrestarlos, el campesino ha creado el ritual inmemorial: masca tabaco silvestre y se unta la plasta en tobillos y manos, o fuma igual sus cigarrillos para alejar a las víboras, y le ofrenda saka’ (atole de maíz blanco endulzado con miel) en jicaritas a Yuum K’áax, el señor del monte; y pide permiso a los alux k’at cuando va a tumbar una selva virgen, un nukuch k’aax, porque los montes intocados son los hogares sagrados de los aluxes y es por esto la razón de las ofrendas pertinentes.[6]
Si podemos decir que pueblos de la región de Peto aparecen en las páginas de La mujer sin cabeza, podríamos decir también, que el pueblo de Tabí y la región donde comienza el oriente de Yucatán, es uno de los lugares favoritos de Ic Xec: con la leyenda de El toro negro de Tabí y los famosos cascos de un caballo horadando la laja viva, así con la más que metafórica crítica del saqueo neocolonial en el relato llamado, precisamente, el Saqueo de la iglesia de Tabí, Ic Xec rinde tributo a uno de esos espacios pueblerinos “cada vez más escasos en donde uno puede mirar el cielo estrellado sin las interferencias de la electrificación, y respirar el sereno puro del anochecer sin el humo de los automotores”.
Igualmente, Ic Xec siente una fascinación por las víboras, pues estamos tratando con un escritor que entiende el significado de la serpiente en la cosmovisión maya, antigua y moderna (no por nada es lector primero de José Díaz Bolio y de otros mayistas). Fascinación científica, el herpetólogo también es el mitólogo de las serpientes y víboras que abundan en las creencias de los pueblos yucatecos. Ha bautizado a la Xtáabay como la hermosa mujer serpiente, y nos indica que el alimento de las víboras, esos frutos con granos que sólo un yucateco de los pueblos reconoce y teme, le sirvió para destrabar su lengua a los seis años. Nos indica, en El misterio de las víboras,  que las embarazadas debilitan a las serpientes; y que beber sangre de víbora de cascabel, como hacían algunos montaraces petuleños en tiempos del chicle, o tomar sus cápsulas, además de la idea de que combate cualquier tipo de cáncer, alarga la vida y da un vigor sexual desaforado con mejores y prolongadas erecciones. Nos cuenta la historia fatal de Dzulo, un campesino de Tiholop sobreviviente en Mérida a cuatro mordeduras de cascabel. A la cuarta, un jmeen experimentado le advirtió: “La víbora ya te conoce, te ha olido, y te está buscando para concluir su tarea. Mejor vete de aquí si quieres vivir”. Dzulo dejó su pueblo y comenzó su éxodo que aún no termina. En La mayor curandera del sur, María Eugenia Rosado, vecina de Tzucacab que ha combatido a más de un veneno de todas las víboras más fieras de la Península, le hace saber a Ic Xec que tiene evidencias de que la cascabel “se aparea con la cuatro narices y una u otra se aparea con la coralillo”.
Otras historias se pueden leer en este libro, como la de los aluxes (le dedica tres relatos), pero lo que más llama la atención son los textos donde toca el tema de los wáayes, esa especie de naguales, más poderosos que los jmeenes y los yerbateros, y que tienen la capacidad de transformarse en animal: gatos, perros, cochinos, chivos y pájaros, son algunas de sus mutaciones. Ic Xec es un waayólogo cuyo padre, sobreviviente a la terrible picadura de la nauyaca en los zapotales de Quintana Roo en tiempos del chicle, por azares del destino, no pudo heredar el arte de convertirse en wáay pues el viejo que le iba a transmitir ese conocimiento prohibido, fue muerto de un disparo certero, una noche antes de la primera lección. Señala que de Maní, de Sotuta, de Mama y Chumayel han salido los wáayes más temibles. A esas tierras, su abuela Tiburcia las nombraba U lu’umil wáayo’ob’ (la tierra de los wáayes). Siguiendo tal vez a los malos vientos, los wáayes prefieren el silencio que arranca en la medianoche para  comenzar la sinfónica de sus correrías nocturnas, para espiar a las hembras más turgentes del pueblo, o para vengarse o burlar a los durmientes. A veces, solamente salen a la plaza principal a tomar el fresco de la madrugada, pero “la llegada de la iluminación los ha obligado a replegarse en sus actividades”. En el relato Los señores de la noche, Ic Xec hace una especie de teoría sobre los wáayes yucatecos. Nos indica que en Yucatán, estrictamente hablando, no existen los brujos. Hay, sí, yerbateros, que son los hombres que en cierto tiempo aprendieron todos los secretos y arcanos de las plantas y raíces para curar los males de la gente pobre; los jmeenes o el jmeen, que al conocimiento de las plantas aúna el conocimiento de ciertas oraciones o invocaciones mágicas que sólo ellos conocen; y el wáay, que está en otro nivel y “escapa de toda definición y es más poderoso que todos los demás”. Si pudiéramos explicar el nivel de poder de estos tres “señores de la noche”, valiéndonos de la gráfica piramidal, diremos que el yerbatero ocupa la base, en medio se encuentra el jmeen, y en la cúspide está el wáay. El wáay peek’ (transformación en perro), el wáay miis (cambio a gato), el wáay chivo, el wáay k’éek’en  (metamorfosis en cerdo) y el wáay ch’íich’ (cambio a pájaro), son los distintos nombres que se les han dado basados en sus evoluciones zoomórficas. Otro wáay más enigmático, es el Wáay Koot, el wáay águila, señor de las alturas peninsulares.[7]
El trabajo de José Natividad Ic Xec no finaliza con el libro La mujer sin cabeza. Una vez aproveché la ocasión para decirle, que no creo que sean todos los cuentos  y relatos de la abuela Tiburcia puestos en su bello libro. Para mayo de 2013, Ic Xec, con el sello editorial de elchilambalam, publicó el libro Flor curativa. El milagro de la medicina de los mayas, pero los relatos para otro libro similar a La mujer sin cabeza se encuentran en la web creada por Ic Xec y seguramente que en escritos que no ha dado a conocer. Relatos como “El gran comedor de víboras de cascabel”, “Un pueblo custodio del maíz y de la religión maya”[8], “El adiós de los venados”, “La poderosa influencia de la serpiente en el Mayab”, “Los mayas son expertos en sobrevivir a las hambrunas”, “El regreso de los wáay”, “En la ruta de los wáay, grandes hechiceros mayas”, son algunos de los muchos textos escritos por Ic Xec, y que piden las prensas yucatecas.




[1] Y obviamente que por “consejas”, no entiendo lo que entiende el monárquico diccionario de la RAE: para mí las consejas no son cuentos y fábulas plagadas por “patrañas ridículas” y de sabor antiguo. Son, por el contrario, cuentos, fábulas e invenciones que hechizan y hacen remover el cimiento del supuesto pensamiento occidental y descarteano de uno, y le hacen abrir el mundo donde el sabor y el saber antiguo de los mayores, es descrito con las palabras del poeta.
[2] Según el sistema calendárico maya de la cuenta larga, el 21 de diciembre de 2012 fue la fecha del fin del 13 Baktún, y el inicio de otra nueva era maya. Diversos medios de comunicación dieron cobertura a este suceso, y mediante los órganos oficiales se llevaron a cabo diversos programas que tenían como fin la captura del turismo. Incluso se dio un hecho curioso en montes ejidales del pueblo de Xul, donde unos italianos crearon una ciudad fortaleza esperando supuestamente el fin del mundo. Ic Xec y muchos otros intelectuales mayas, cuestionaron la forma turística de la conmemoración del fin del 13 Baktún, y como contra réplica, los días 20, 21 y 22 de diciembre de 2012, Ic Xec y su equipo (su familia) de elchilambalam se trasladaron a las comunidades mayas alrededor de Chichén Itzá (en Chichén, los turistas gringos y europeos vivirían de cerca la “experiencia turística” del fin de una era maya) para preguntarles a los lugareños sobre su visión del fin del mundo: “El resultado estaba previsto: la gente no sabía nada de ningún fin del mundo ni sabía qué fecha se estaba celebrando”. Cfr. “Crónica de un ‘fin del mundo’ que no llegó”, en http://elchilambalam.com/2013/06/cronica-de-un-fin-del-mundo-que-no-llego/
[3] Comunicación personal con José Natividad Ic Xec, 6 de mayo de 2015.
[4] José Natividad Ic Xec, La mujer sin cabeza y otras historias mayas, México, CIESAS, 2012, p. 10.
[5] Antonio Mediz Bolio, La tierra del faisán y del venado, México, Ediciones Botas, 1965, p. 154.
[6] A este respecto, apunto una descripción de cómo se elige una milpa, proporcionada por el ex chiclero don Raúl Cob: “Cuando comencé a ir con mi papá a la milpa, para cuadrar un terreno que nos serviría para hacer milpa, antes se tiene que hacer saka’, llevar un poquito de miel para endulzarlo antes de que se comience la brecha de la milpa. Entonces se pone el saka’ al principio de la mensura de la primera brecha, cuando pongo esa bebida significa que todos los animales malos como las víboras, pido que las separen de ese pedazo que ya se pidió, manifestando a Dios ese trabajo que se va a hacer y le ofrezco esta pequeña ofrenda de saka’ para que quite las cosas malas, para que cuando yo trabaje, no me pase nada. Cinco jícaras de saka’ hecho con miel, una vela prendida y oraciones como el padre nuestro pidiendo a Dios que en este cuadro me quiten todos los animales malos para que yo trabaje en paz”. Entrevista de tradición oral con el señor Raúl Cob, 88 años, 24 de enero de 2013, Peto, Yucatán.
[7] Sobre esto, véase mi texto “El Wáay Koot de mi pueblo”.
[8] Este relato versa sobre el pueblo de Xoy, en la región de Peto. Los apuntes de campo de Ic Xec podrían enriquecerse, considero, con la lectura del libro sobre Xoy escrito por Marie-Odile Rivera, Una comunidad maya en Yucatán, México, SEP-Setentas, 1976. 

1 comentario:

Karen B. Marin dijo...

"Sabemos por la lectura del libro, que la Xtáabay existe y es una hermosa mujer que se convierte en serpiente si se le repele con una xanab k´éewel (sandalia con plantilla de piel y soga de hilo de henequén para sujetarlo al pie y al tobillo), y que siempre está sentada en una albarrada y peinándose con el fruto de la enredadera llamada xáache’ xtáabay, el peine de la Xtáabay."

Gracias por etiquetarme y compartir esta información que hoy por hoy me es muy útil. :)

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