martes, 7 de abril de 2015

Es hora de anudar la soga rota: Elías Rivero y Bernardo Caamal Itzá, vidas paralelas.



Planteo que nuestro pueblo ha sido gobernado por unas cuantas familias, que el poder siempre recae en unas cuantas familias, y que la historia así lo señala… Bernardo Caamal Itzá.

En 1964, el tercer director del Centro Coordinador Indigenista de Peto, el antropólogo Salomón Nahmad, apuntó estas siguientes “escenas cotidianas” que pudo percatarse al vivir un tiempo en la Villa de Peto:

En la villa de Peto había una clara división entre los indígenas y los catrines [blancos y mestizos[1] estos últimos]. Los primeros asistían a la escuela “Francisco Sarabia”, a la salida de Peto, y los catrines asistían a la escuela de monjas, en el centro de la Villa [de Peto]. Cuando Nahmad y su esposa decidieron mandar a su hijo a la “Francisco Sarabia” hubo una fuerte reacción, tanto del personal del INI, ya que el antropólogo Mejía mandaba a su hija con las monjitas, como del resto de la comunidad mestiza [de Peto]…. En las vaquerías quedaba de manifiesto nuevamente la tensión en las relaciones interétnicas, los blancos se sentaban de un lado y los mayas del otro. Cuando Nahmad acudía con su familia a las corridas, su mujer iba vestida con hipil y se sentaban del lado maya: “las señoras de Peto todas catrinas, no más no entendían, pero yo creo que esto ayudó a revalorar a los muchachos mayas, a los promotores[2] y a tener una imagen positiva de ellos, a confrontarse con la sociedad y bueno eso empezó a darles empoderamiento a las comunidades”.[3]

Nahmad era un convencido de que las relaciones de poder en Yucatán eran “muy injustas” y luchaba para que los indígenas, como los mayas de la región de Peto, pudieran participar políticamente y obtener posiciones. Buscaba que los indígenas fueran activos en el cambio político y jurídico.[4] Podemos sostener, basados tanto en fuentes orales y revisando la documentación periodística del siglo XX, que esta situación política contemplada por Nahmad en la Villa de Peto (me refiero al hecho de que, en Yucatán, en los pueblos grandes como Peto, Valladolid o Tekax, cabeceras de los antiguos Partidos políticos a lo largo del siglo XIX,[5] el poder era y sigue siendo de “mestizos”, “blancos”, catrines o “dzules”[6]), se acentuó posterior a la debacle del mundo decimonónico yucateco salido de la Guerra de Castas y subsistió a los cambios y desarticulaciones económicas, políticas y sociales ocurridas durante los primeros cuarenta años del siglo XX. En esta tesitura decimonónica posterior a 1847, el indio maya fue visto, entre las élites yucatecas, como simple “bárbaro” al que habría que hacerle la guerra “pacificándolo”, o bien, como un peón de campo al que habría que “amestizar”(léase domeñar) mediante distintos cerrojos jurídicos, económicos y políticos, suprimiéndoles categorías de poder como las antiguas repúblicas de indígenas, etcétera,  reduciéndoles sus espacios agrarios en el noroeste yucateco mediante la crecida incisiva de las haciendas henequeneras, o creando una serie de normativas para la individualización de sus tierras.[7] Las relaciones étnicas de poder (disminución de los resquicios de poder maya, ubicuidad de la dominancia ladina) que podemos observar en la segunda mitad del siglo XIX, al término de los reacomodos políticos suscitados en el periodo postrevolucionario (1910-1940), subsistieron a lo largo del siglo XX.[8]
En una escala microhistórica sobre la región de Peto, sostengo que las viejas familias decimonónicas, o el elemento “ladino” o “dzul” petuleño, se adaptarían a las nuevas coyunturas políticas, medrarían en la época del chicle, y junto con algunos “turcos”, progresarían y se parapetarían políticamente. Además, como fueron en la segunda mitad del siglo XIX, serían los encargados de la educación local, del comercio, y algunos tipos pintorescos tendrían hasta el prurito cultural y participarían estruendosamente en vaquerías, fiestas del pueblo, carnavales, y otras bellaquerías aldeanas.[9] Pero eso sí, como ha apuntado Iturriaga y he apuntado anteriormente, siempre conservando las “formas”, dividiendo el mundo “ladino” del mundo indígena de la región. Y, por supuesto, los lazos de parentesco, los casamientos y otras afinidades, estarían bien marcadas y redundarían en la hegemonía política de los dzules del pueblo, dueños del “conocimiento” como profesores, por ser “gente de razón”, etcétera, y esto es un lugar común el señalarlo. 
Similar a lo que Thompson y otros han referido,[10] en la Villa de Peto, los viejos dzules o catrines de finales del siglo XIX (dueños de comercios, administradores del “Ayuntamiento”, algunos azucareros venidos a menos), que vivían en el centro del pueblo, eran los dueños de las pequeñas fincas de la región; eran los que hacían sus testamentos, los preocupados por la amenaza constante del “bárbaro”[11]; los que “reclamaban para sí” el palacio municipal y la iglesia del pueblo, y eran los dueños de los establecimientos comerciales y los que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, detentaban el poder político, monopolizaban una educación no popular, y se hacían cargo de ejercer la “justicia” en el pueblo.[12]
Sin embargo, como señalo en el trabajo referido sobre la región de Peto,[13] para marzo de 1911, al grito de “ya se acabaron esos tiempos” del monopolio del poder por unas cuantas familias, el platero petuleño, Elías Rivero,  encabezando a los conjurados de Xthazi (un grupo de no más de 30 campesinos mayas y mestizos del pueblo), asaltaron el cuartel de la Villa de Peto, y acto seguido se internaron al monte y recorrieron los florecientes ranchos y una que otra hacienda cañera al sur de la Villa, agrandando sus tropas con peones que se les unían a la buena o a la mala, y cayeron contra la hacienda esclavista Catmís días después, y ayudados por los fieros yaquis, se batieron resueltamente en armas contra tropas mandadas por la dictadura porfiriana henequenera, pregonando “¡Viva la libertad! ¡Muera la dictadura! ¡Mueran los negreros de la Administración! En casi 15 años, Elías Rivero, un maya puro de Peto, con las armas en la mano y con la legítima bandera de ser veterano de la revolución en Yucatán, combatiente de los rebeldes orozquistas en la lejana Chihuahua, y fundador de la Liga de Resistencia petuleña[14] del Partido Socialista, que fue una especie de almácigo para el reforzamiento de las estructuras de poder maya, casi aniquiladas en Yucatán posterior a 1847;[15] trataría de reivindicar los derechos de su pueblo pisoteados por los “catrines” y otros petimetres de la Villa; y cuando se diera el golpe militar contra Felipe Carrillo Puerto, “su maestro”, para febrero de 1924 se levantaría en armas enarbolando nuevamente la causa del socialismo yucateco, y para abril de ese año entraría a Peto acaudillando a su ejército de 300 guerrilleros socialistas armados con escopetas y machetillos. En mayo de 2014, un nonagenario del pueblo recordaría a “su general” Elías Rivero, de la siguiente manera:

Don Elías Rivero tenía su casa por la calle 34 y 32 de Peto. Era un moreno, utilizaba sombrero blanco y ropa blanca. Porque de antes no había mezclilla ni cotín, pura manta cruda se usaba antiguamente. Ese señor era guerrillero, y estaba a favor de los pobres, por eso tenía a su gente; a favor de los pobres, y no a favor de los ricos. Ese señor andaba con 6 personas a lo menos, bien encarabinados tanto de mañana, de tarde o de noche cuando visitaba los pueblos como Yaxcopil. En Yaxcopil hacía la asamblea, y ahí acudían los vecinos de Temozón, y ahí acudían los vecinos de Xpechil; ¡bueno!, es que andaba platicando don Elías, diciendo que no lo dejen, que él sigue, y que no se dejen gobernar los pobres por los ricos. Ese señor era político a favor de los pobres, no a favor de los ricos. Ese señor no era un hombre viejo, tenía como 35 años a lo mucho, lo conocí gordo, moreno, no muy alto. Él andaba platicando que ninguno se deje que lo esclavizaran otra vez, y que por cualquier cosa, él está dispuesto para combatir lo que pasa. Entonces, hasta que quedó libre y ganaron la libertad, él también comenzó a andar aquí, pero no creas que está completamente libre de ir a otros lugares, solamente allá en Peto andaba. Aquí se murió en Peto, dicen que lo llevaron después, que en el Museo de Mérida llevaron sus restos. Así me lo platicaban, pero quién sabe si es cierto.[16]

Indagando sobre la vida de Elías Rivero, concluí que, al final, a este revolucionario de los primeros tiempos en Yucatán, después de 1924,  sobre su figura se empezó a correr un velo de silencio, no sé si consciente o inconsciente, entre las élites políticas pueblerinas que administraron el Ayuntamiento a lo largo del siglo XX. Rivero no aparece en la lista de “caciques” que Joseph apuntó en un ensayo sobre el caciquismo en la era de Carrillo Puerto, y tampoco tiene un “biógrafo” como Pedro Crespo o José Loreto Baak, y su actuación revolucionaria no se recuerda ni en museos o casas de la cultura locales, y no hay ninguna estatua pública a su memoria en la Villa de Peto.[17] El velo del silencio sobre esta importante figura del Peto “revolucionario” de los primeros años del siglo XX, cruza todo ese siglo y se presenta hasta los inicios de la centuria actual. Los petuleños actuales, a pesar de ser muy afectos a las rememoraciones históricas, a los desfiles cívicos y a conmemoraciones de la Revolución mexicana donde se teatraliza en sus calles principales los enfrentamientos entre los “porfiristas” y los “revolucionarios”, no conocen ninguna plaza, ningún mercado, ningún parque o una escuela, y menos un monumento que tenga el nombre o recuerde la figura de Elías Rivero. Por el contrario, han bautizado una escuela con el nombre de un maestro decimonónico, Inocencio Ruiz, el cual, cuando vivía, era dueño de sirvientes de campo en “los años de la esclavitud”; o bien, han bautizado una colonia y una escuela primaria con el nombre de un héroe de la aviación mexicana, Francisco Sarabia. Esta idea del silenciamiento de la memoria de Rivero, podría entenderse si vemos a la historia que fraguan las élites (en este caso, de las élites pueblerinas), como una memoria selectiva, o como un olvido programado por parte de estas élites locales.[18] Concluí mi estudio sobre Rivero, señalando que, una vez muerto el 31 de mayo de 1947 a la edad de 71 años, el viejo caudillo revolucionario sureño no dejaba herederos tanto biológicos como  políticos. Nadie recogió su legado, solo dos gentes de fuera –meridano uno, y tzucacabense el otro- hicieron unos pequeños bosquejos de su vida y obra. Su causa agraria, su causa política concretizada en la frase en lengua maya que siempre repetía (“Yo soy un indio, lo entiendo, pero un ciudadano con derechos”), su causa social para liberar a sus hermanos de la esclavitud de la pobreza y de la injusticia, con el tiempo sería diluida por las élites rurales decimonónicas en el pueblo, que al final se reposicionaron, y mediante un gatopardismo político cínico al declararse “socialistas”, se afiliarían al PNR callista y luego al PRI, y unos cuantos al PAN. Las condiciones actuales de pobreza, injusticia y marginación del pueblo maya de la región de Peto, comprueba claramente esa cláusula apuntada: si queremos que todo siga igual, razonaban las élites dzules y blanquedas, es necesario que todo cambie. Mientras que Rivero moría en la casi indigencia, las viejas elites “dzules” hacían su muy particular “revolución” y hacían patria monopolizando el Ayuntamiento, el comercio, engordando con el dinero del chicle, abriendo burdeles y cantinas, presidiendo vacunamente las misas, educando y haciendo una política cerrada por el filtro étnico del poder mestizo. Como historiador de la matria, uno siempre se preguntaba, ¿no habría siquiera uno solo, un solo continuador de los años de Elías Rivero?  Mi actitud pesimista comenzó a cambiar en el año 2012, pero antes de referir por qué, traigamos a cuento la memoria.
A principios de 2008 conocí a un agrónomo de Peto al quien antes de estrecharle la mano, había leído algunas cosas escritas por él en indistintos portales de internet, siempre tocando temas en lo que él es experto: la milpa, las lluvias, las cabañuelas, anécdotas del monte, las costumbres mayas, etcétera.  Bernardo Caamal Itzá, tal es el nombre de este agrónomo salido de la Universidad Autónoma de Chapingo, me saludó con efusividad y me dijo que igual él había leído algunas cosas mías. Desde ese momento, me volví amigo de Bernardo, y para un día de ese 2008, realizamos, con otros dos amigos y la familia de Bernardo, un “memorable viaje” hacia el oriente de Yucatán, a Valladolid, y en el trayecto “puebleamos” lugares históricos de la Guerra de Castas como Tixcacaltuyú, Yaxcabá, etcétera.   Muy pocos le decían Bernardo, casi todos lo conocen como Arux, personaje creado por Bernardo en uno de sus programas de radio de la XEPET.
No miento si digo que he tenido desavenencias serias con Bernardo en cuanto a algunos tópicos, pero en cuanto a cuestiones políticas, creo que ambos coincidimos: comparto sus preocupaciones por el pueblo, sus fastidios al comprobar que a esa lejana Villa la tienen secuestrada por un grupo de “caciques” pueblerinos que arrea a una borregada acrítica, y me horrorizo junto con él, del estado de exclusión histórica en que se tiene al pueblo maya de la región.
En el 2012, Bernardo, el agrónomo; Bernardo, el Arux; Bernardo el comunicador y periodista maya; Bernardo, el reconocido internacionalmente por su trabajo para honrar el “tsikbal”,[19] decidió incursionar en la política local. Quería tal vez cumplir con su tarea, de devolver a su pueblo esos conocimientos técnicos que en Chapingo devoró, como se dice, quemándose las pestañas; esos conocimientos que maduraron en su interior con la experiencia de la comunidad; esos conocimientos de un hombre de “origen milpero” enseñado por las consejas de su madre y de los padres de su madre. Bernardo, quien tuvo que irse desde joven a estudiar en otros lugares (Oxkutzcab, Chapingo) porque en su propio pueblo no había las condiciones para hacerlo, y en lo que duró este viaje de iniciación y expatriación de estudiante, su orgullo de pertenecer al gran pueblo maya tal vez se acendró: “Mi mayor tesoro es el hecho de saber que tengo raíces mayas”.
Nacido en 1968, año axial para México, en 1994, otro año no menos axial, Bernardo terminó su compromiso académico en Chapingo y decidió regresar a la Villa de sus mayores con el título de agrónomo. La encontró peor de lo que ya estaba, maniatada por sus caciques dzules, o por sus familias “blanqueadas”. Para vivir, Bernardo tuvo que trabajar fuera, y tuvo contactos con amigos de otros pueblos. Maxcanú, Mérida, Felipe Carrillo Puerto, fueron algunos de sus centros de trabajo.[20] De 1994 a 2012, aunque se dio la alternancia política en la Villa, el pueblo de Bernardo seguía maniatado por sus caciques, fueran tricolores o azules. Ese memorable 2012, con la experiencia de los años, de bregar todos los días, el Arux decidió pasarse al ruedo de la política local desde la banda izquierda, y haciendo política desde abajo. En una nota de tesis, apunté lo siguiente:

En las elecciones de 2012, un miembro de la sociedad maya de Peto, Bernardo Caamal Itzá, un comunicador indígena con escuela del INI histórico que Salomón Nahmad quiso implantar en Peto desde 1960, promotor de la cultura maya en ámbitos de la producción, los saberes de la milpa y las tradiciones agrícolas; bajo el eslogan “un arux en campaña” (Caamal Itzá utiliza como apodo a ese personaje mítico de la cultura maya) participó en ella bajo las siglas de un partido de izquierda; y con un grupo de colaboradores mayas, este agrónomo salido de las aulas de Chapingo, presentó un discurso político reinvidicador de las clases populares de la Villa, y que al parecer fue recibido con enfado –y a veces con burla- entre los que se dicen “dzules” de la villa de Peto. En una nota de prensa, se decía que “Un arux irredento pero indómito está moviendo el tapete a los eternos caciques de la villa de Peto, ese sector de adinerados que controla la venta de licor y cerveza, que acapara la comercialización de los abarrotes y la carne, que trafica con propiedad ejidal y mangonea los programas federales y estatales. Ejerciendo la corrupción y el clientelismo, estos caciques feudales son los que ponen y quitan alcaldes a su conveniencia, utilizando al PRI, al PAN, sin importarles el desarrollo del municipio y mucho menos el destino de sus habitantes”.[21]

A pesar de los exactos y claros discursos de Bernardo contra los “caciques” del pueblo, las estructuras políticas de Peto no se modificaron aquella vez. Hoy, en el año 2015, año trágico postAyotzinapa, el Arux está otra vez en campaña, y como Elías Rivero en 1911 y 1924, Bernardo sabe contra quiénes lucha exactamente. Para mayo de 2014, Bernardo escribió una demoledora radiografía política del pueblo de Peto, fustigando nuevamente a los caciques priístas y panistas:


Es claro que en las altas esferas del poder [local] se van fraguando proyectos que atentan contra el futuro de este pueblo tan lejos de dios y tan cerca de los caciques, en donde sus operadores usan a sus anchas el dinero público para cometer tantas atrocidades, para luego intentan tapar el ojo al macho con pasquines que resaltan algunas de sus obras que sin embargo son opacadas por la ola de robos por todos lados, y para que nadie se entere hostigan a quienes quieren dar a luz pública tantas atrocidades que cometen contra el pueblo. Convivios de alto nivel para decidir el futuro del grupo gobernante, a su vez expulsar a los jóvenes que no comulgan con sus intereses. Población olvidada por Dios, Peto ha sido gobernado por siete alcaldes foráneos y en las últimas fechas han formado el Grupo de los 20, que es el que decide quiénes son las personas idóneas a sus intereses y quienes recibirán todos los recursos para “vender una imagen caritativa, sonriente y cercana a Dios”, porque en el fondo saben que “don dinero mata carita”, aunque después de la amnesia electoral el pueblo se la pase lamentado del estado en que se encuentra al mismo tiempo que cientos de sus jóvenes abandonan Peto y cruzan la frontera a Estados Unidos en busca de trabajo, dejando a sus familias en manos de sus opresores.[22]

La Kuxaan Sun, la soga rota en 1947 con la muerte de Elías Rivero, al correr los katunes ha sido nuevamente anudada. Bernardo Caamal Itzá se encargó de hacerlo.




[1] Por la palabra “mestizo”, lo entiendo no en términos como se conceptúa en Yucatán, sino como elementos de la sociedad no indígena.
[2] Promotores indígenas del INI de Peto trabajando en las comunidades a partir de 1959.
[3] Eugenia Iturriaga, 2004 Estrategias indigenistas en el sur de Yucatán: Relaciones interétnicas vistas a través del Centro Coordinador Indigenista de Peto. Tesis de Maestría en Ciencias Antropológicas opción Antropología Social, Mérida, Yucatán, UADY, 2004, p. 94-95.
[4] Ibidem. p. 93. Podemos decir que Nahmad, nacido en 1935 al igual que don Guillermo Bonfil Batalla, aunque trabajó dentro de un indigenismo oficial, dio cabida a las ideas de esa generación crítica signadas desde De eso que llaman antropología mexicana (1970), y las Declaraciones de Barbados (1971, 1977) donde se pedía una nueva perspectiva humanista, solidaria y responsable de los Estados hacia los pueblos originarios. Sus elementos teóricos y su puesta en práctica de un indigenismo distinto a la paternal idea estatista de él, posibilitó reforzamientos étnicos y aquilataría la disrupción del Movimiento indígena a partir de la década de 1980 en México.
[5] Los partidos políticos yucatecos dataron desde tiempos coloniales y subsistieron todo el siglo XIX  y fueron suprimidos jurídicamente en el proceso de municipalización ocurrido en la década de 1910. Cfr. Salvador Rodríguez Losa, Geografía Política de Yucatán. Tomo III. División territorial, categorías políticas y población, 1900-1990, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, 1991.
[6] No se descarte, desde luego, el proceso de “blanqueamiento” o “catrinización” (es decir, ir del indígena al “blanco” en sucesivas generaciones) que ocurre entre las “elites pueblerinas” yucatecas.
[7] Esta es la idea clásica que subsiste sobre el proceso agrario en Yucatán en el siglo XIX, pero hay que decir que este proceso no ocurrió al pie de la letra en zonas “inseguras” para el capital ladino, como fueron las zonas fronterizas a la territorialidad de Chan Santa Cruz como el lejano partido de Peto, en el que una sociedad maya y mestiza tuvo mayor margen de maniobra autonómica para hacer frente a las arremetidas del capital en la década de 1890. Cfr. Gilberto Avilez Tax, Paisajes rurales de los hombres de las fronteras: Peto (1840-1940). Tesis que para optar al grado de Doctor en Historia, México, CIESAS, 2015.
[8] Sobre las relaciones étnicas de poder, Pineda Gómez (2014: 57) ha señalado: “La dominación, además de implicar estructuras de clase, integró relaciones étnicas de poder, originadas históricamente a partir de la invasión europea del siglo XVI y recreadas con la independencia formal; pero sobre todo con el advenimiento de la gran industria. La jerarquización étnica de la fuerza de trabajo, acompañada por una ideología científica que trató de justificar ‘la inferioridad de los indios…”
[9] Sobre estas bellaquerías aldeanas de los dzules del pueblo, véase la serie de fotografías que se encuentran en el libro de Máximo Sabido Ávila, Mis memorias de Peto, Mérida, Yucatán, Edición del autor, 1996.
[10] Cf. Richard Thompson, 1974 Aires de Progreso: Cambio social en un pueblo maya de Yucatán, México, Instituto Nacional Indigenista. Se ha apuntado, que en asentamientos con población originariamente española (aunque no necesariamente, ya que las migraciones internas en la península modificaron la etnicidad de los pueblos), sus descendientes solían vivir en las primeras manzanas, en torno a la plaza principal, y se daba una marcada división entre el centro y los barrios o la periferia. Los del centro son todavía considerados los dzules (señores, amos); son los que tienen apellido español, dueños de tiendas grandes, “que reclaman para sí tanto el palacio municipal como la iglesia del pueblo”. Los de la periferia eran los de apellido maya, los milperos y los de menos recursos. Cfr. Ella Quintal et al, 2003 “U lu’umil maaya wíiniko’ob: La tierra de los mayas,” en Alicia M. Barabas coordinadora, Diálogos en el territorio. Simbolización sobre el espacio en las culturas indígenas de México, Volumen I, México, INAH, 2003, p. 312.
[11] En la segunda mitad del siglo XIX, la región de Peto fue escenario de reiteradas “incursiones” de guerra de los de Chan Santa Cruz. Cfr. Martha Herminia Villalobos González, El bosque sitiado. Asaltos armados, concesiones forestales y estrategias de resistencia durante la Guerra de Castas, México, CIESAS-CONACULTA-INAH y Miguel Ángel Porrúa editores, 2006.
[12] AGEY, PE, sección Justicia, c. 654 (1909).
[13] Cfr. Capítulo V de Paisajes rurales de los hombres de las fronteras
[14] Luego, en la Villa de Peto vendrían otros “socialistas” de dientes para afuera, como uno de los hijos del contrincante de Rivero, el porfiriano Máximo Sabido Ávila. En 1939, el hijo de este último, del mismo nombre por negar el apellido Can de su madre, y quien a fines del siglo XX escribiera un librito denostando a Rivero, se nombraría “socialista”, y junto con otros dzules del pueblo, le harían la barba al general Lázaro Cárdenas tomándose una foto con Tata Lázaro, foto en la que no aparecería Rivero, viejo ya, quien se encontraba en su milpa tratando de que mazorcaran sus elotes para sobrevivir sus últimos años. Cfr. Paisajes rurales de los hombres de las fronteras, pp. 407-408.
[15] Sobre este reforzamiento de las estructuras mayas de poder en el periodo socialista comandado por Felipe Carrillo Puerto, Cfr. Manuel Sarkisyanz, Felipe Carrillo Puerto. Actuación y Muerte del apóstol “rojo” de los mayas, Mérida Honorable Congreso del Estado de Yucatán, 1995. 
[16] Entrevista de tradición oral con el señor Francisco Poot Aké, Peto, Yucatán, México. 14 de mayo de 2013.
[17]  En la ciudad oriental de Valladolid, hay un Museo de la Cultura donde existe un pasaje en el que se rememora la revuelta vallisoletana de 1910, conocida en esa ciudad como “la primera chispa de la Revolución”. En Peto no existe ningún pasaje histórico, ni una estatua, ni nada que recuerde la figura de Elías Rivero.
[18] A lo largo del siglo XX, la mayor parte de las estructuras educativas que se dieron en la Villa de Peto (desde las primeras escuelas primarias hasta secundarias, preparatorias, colegios de bachilleres, etcétera), fueron copadas por elementos no indígenas de la región, desconocedoras de la historia reciente del pueblo, ninguneadoras y despreciadoras de las memorias orales del estrato popular. Esto, aunado a que las “historias matrias” han sido minusvaloradas desde larga data por el centralismo instaurado desde el periodo postrevolucionario mediante la visión homogénea de una historia oficial trasegada desde el centro de México, se hizo difícil recordar fehacientemente los años políticos de Elías Rivero, u otras consideraciones que sólo motivaban, cuanto más, acercamientos antropológicos o folklóricos (Véase el texto setentero sobre Xoy, de Marie-Odile Rivera, Una comunidad maya en Yucatán, México, SEP-Setentas, 1976). Contrario a periodos cuasi mitificados por las narrativas locales (cotéjese los trabajos de Arturo Rodríguez Sabido y Máximo Sabido), como el “chicle”, los “aviones” de Sarabia, o la “bonanza” de “Justicia Social”, se dice poco de los años de Elías Rivero, no se señala su final, se dan yerros enormes sobre los hechos de armas de 1911, y a Rivero se le etiqueta como un sanguinario hombre de “horca y cuchillo”.
[19] En el 2003 se le otorgó el Premio Internacional en Comunicación Rural Atkins.
[20] Bernardo fue director de XENKA, La voz del Gran Pueblo Maya, en Felipe Carrillo Puerto; igualmente fue director del Centro Coordinador Indigenista de Maxcanú, y varios años ha laborado en Mérida en la fundación Produce, además de asesorar a los campesinos de la región de Peto con proyectos de la Conafor.
[21] Un arux en campaña”, artículo de Freddy Espadas Sosa. Diario de Yucatán, 22 de junio de 2012.  
[22] Bernardo Caamal Itzá, “Se agiganta la sombra del caciquismo en Peto”, en El blog del Arux, 10 de mayo de 2014. 

5 comentarios:

Victor dijo...

Tu artículo contribuye a recuperar la historia perdida, o "escondida" por las clases petuleñas en el poder, y hace justicia a un hombre, o debo decir "duende", que ha dedicado su vida a pregonar y a posicionar la grandeza de la cultura maya. Enhorabuena para ambos.

Victor dijo...

Tu artículo contribuye a recuperar la historia perdida, o "escondida" por las clases petuleñas en el poder, y hace justicia a un hombre, o debo decir "duende", que ha dedicado su vida a pregonar y a posicionar la grandeza de la cultura maya. Enhorabuena para ambos.

Unknown dijo...

Muchas gracias Víctor por darte el tiempo de leer el texto, enhorabuena para el Arux y para la memoria de mi general Elías Rivero...

Unknown dijo...

Buen día, me gustaría saber más sobre Elías Rivero. En el cementerio gral. de Mérida, hay un espacio dedicado a él, en la rotonda de los ilustres, dónde la figura central es Felipe Carrillo Puerto.
Mi interés sobre el tema, es pues, que mi abuela materna era sobrina del Gral., oriunda también del Municipio de Peto.
Muchas gracias por sus aportes.

Unknown dijo...

Buen día, Ricardo. Es bueno saber que el general Rivero tiene otra descendiente. En Peto entrevisté a su sobrina, Nidia Rivero, de más de 90 años en el año 2013. ¿Será la misma? Efectivamente, Rivero, como socialista fundador en el pueblo, tiene su nicho en la Rotonda de los socialistas yucatecos ilustres. Si quieres indigar algo más, te recomiendo que consultes mi tesis doctoral que se encuentra en la biblioteca del CIESAS Peninsular, en Mérida, frente al segundo arco de Mejorada. La tesis se llama "Paisajes rurales de los hombres de las fronteras: Peto (1840-1940)", y en el capítulo V hablo largo y tendido sobre Elías Rivero.

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