miércoles, 4 de marzo de 2015

Con el sombrero del coronel Montalvo en la mano

Fiesta de mayo en la Villa de Peto, 1929. Archivo fotográfico de Arturo Rodriguez Sabido


(Extracto de "Los años de Elías Rivero", de la tesis doctoral mía Paisajes rurales de los hombres de las fronteras. Peto, 1840-1940).

El 13 de marzo de 1911, el soldado de Guardia Nacional, Agustín Medina, rindió su declaración, que nos sirve para tener un acercamiento primero respecto a cómo se dio el asalto al cuartel de Peto. Hijo natural de María Encarnación Medina y nativo de Peto, este soldado de guardia nacional y jornalero de las fincas del Partido, era viudo a la temprana edad de 23 años. Su suegro era el cabo Sixto Quintero. Como tantos muchos de aquella sociedad agraria de principios de siglo XX, Medina no sabía leer ni escribir, y alegaba que no había sido preso ni se le había iniciado proceso alguno.

Al comienzo de la madrugada, Medina, con su arma en el brazo, observó que por el norte de la plaza[1] venían varios individuos que se dirigían al cuartel. El centinela dio la voz  de “¿quién vive?”, pero el pequeño pelotón de hombres, sin hacer caso, continuó su camino a paso veloz hacia él.[2] Medina coincide con los reportes de prensa, acerca de que su número era de 30 a 40 individuos. El centinela perdió varios momentos para alertar a la poca guarnición del cuartel que roncaba –cosa que no se cree-, “ya aquella gente se encontraba a las puertas del Cuartel”. Y otra cosa difícil de creer –y es por la razón de que al grupo lo tenía enfrente de él- es el hecho de que Medina alegó que alguien le arrebató su arma por detrás, y otros lo sujetaron y le quitaron la fornitura.[3] Después, supuestamente el centinela fue vigilado por un rebelde llamado Benito Pech, de oficio pailero.[4] Maniatado y vigilado por Pech desde las puertas del cuartel, Medina vio cómo los rebeldes penetraban al cuartel en busca de armas, municiones y pólvora, y vio cómo a su suegro Sixto Quintero, al querer dar parte de los hechos al teniente Marcos Acosta, se le derribó y mató. Acosta, al salir del cuarto, vio a Tránsito Solís pretender sustraer una “caja de Guerra” y se abalanzó sobre él dándole una bofetada. Solís le respondió con varias trompadas, lo derribó al suelo y ahí mismo lo mató.
En esos mismos instantes, Tránsito Solís, Daniel Torres, Juan José Pérez, Delfino y Santos Encalada y otros se ocupaban con premura en buscar las llaves del depósito de armas, y justo en aquel momento, a un lado de él, Medina vio cómo el platero Elías Rivero, “con el sombrero del Coronel Montalvo en la mano”, entraba al cuartel para dirigir las operaciones. El sombrero militar de Montalvo Solís tal vez fue tomado por Rivero en la casa del mismo coronel, momentos después del ataque al cuartel militar, mientras Montalvo ya había puesto pies en polvorosa. En el mismo instante que Rivero y sus hombres se encontraban dentro del cuartel (afuera les aguardaba el resto de los alzados), en el patio se dejaron oír varios balazos y se prendieron cohetes voladores en señal de triunfo.[5] Después se aseguraría que los rebeldes gritaban “¡Viva la libertad! ¡Muera la dictadura! ¡Mueran los negreros de la Administración!”[6] No hallando las llaves del depósito de armas, se derribaron sus puertas a machetazos. Cuando éstas cedieron, los alzados cargaron las armas con el parque que pudieron y las condujeron a la calle. Cada uno de los rebeldes traía consigo dos, tres y hasta cuatro fusiles “Remington”, que se repartieron a la otra tropa que cuidaba a las afueras del cuartel.[7] Los “revoltosos” también se hicieron con una “artillería pesada”: un “cañoncito” cuya cureña machetearon en la calle. Este “cañoncito” sería expresamente el “regalo” con que esperarían a Montalvo Solís los rebeldes, si se presentara, como se presentó, a querer combatirlos.[8] Cuando los rebeldes se encontraban derribando las puertas del depósito de armas, al lugar se presentó el secretario de la jefatura política, Fernando Sosa, y al acto se le detuvo y fue amarrado de las manos por Tránsito Solís, Daniel Torres y Tránsito Encalada, y al calabozo se le destinó.[9] 
La que sería momentos después, viuda de Fernando Sosa, Beatriz Maldonado, de 29 años, refirió que a su esposo, a la una y cuarto de la madrugada lo despertaron ruidos que venían de la calle y dos tiros de arma de fuego, así como dos cohetes que salieron del patio del cuartel. Sosa salió a la calle y se encaminó al lugar de donde venía el alboroto para ver lo que ocurría.[10] Cuando llegó al cuartel para querer imponer su “autoridad”, Elías Rivero, el “cabecilla principal”, le dijo a Fernando Sosa: “Señor Sosa: esos fueron otros tiempos; ahora yo mando; al calabozo”.[11] A otro que apresarían frente a las puertas de la casa de Montalvo Solís que eran macheteadas en el mismo momento en que era atacado el cuartel, fue a Eligio Lah, compadre de Montalvo Solís. Cuando ya tenían el parque suficiente, los rebeldes liberaron del calabozo a tres presos de “la dictadura”, sacaron a Sosa debidamente amarrado, y un grupo comandado por Delfino Encalada –donde se encontraba el propio Sosa y Eligio Lah- partieron al sureste de la plaza,  rumbo al paraje “Trinidad” de Máximo Sabido, donde al parecer fusilarían a Sosa y a Lah. Otro grupo, comandado por Rivero, tomó distinto rumbo, seguramente para buscar a otro grupo rebelde encargado de hacer descarrilar infructuosamente el tren, como indica el documento judicial.
En cuanto a la muerte de Fernando Sosa, las declaraciones de Agustín Medina y de Eligio Lah discrepan. Medina asegura que el autor intelectual y material del asesinato de Sosa, era el que murió en Catmís, Tránsito Solís; y Juan José Pérez Ruiz, otro que moriría en Catmís, lo remató.[12] Por su parte, Eligio Lah asegura que fue el mismo Elías Rivero el que dio la orden para su asesinato. En el paraje Trinidad, el grupo de rebeldes había de esperar a otro, que no llegó, y se encargaría de matar a Sosa y a Lah. La versión de Medina refiere que, al no llegar el grupo, Benito Pech optó porque regresaran al centro de Peto, pero a medio kilómetro de Trinidad, se encontraron con el resto del grupo comandado por Rivero, y Tránsito Solís preguntó que a dónde iban. Pech respondió que regresaban porque no habían encontrado a la gente que se les iba a unir.[13] En ese instante, la muerte de Sosa es referida de esta manera por Agustín Medina, restándole toda participación a Rivero:

[…] el señor Fernando Sosa, dirigiéndose al mismo Solís, expresó “…pero, hombre, que me armen y voy con ustedes, que no me deben hacer esto porque nunca los he tratado mal; en los bailes, en las jaranas y en todas las fiestas, les he regalado las copas y nunca he sido tirano con nadie; soy hombre como ustedes, que me suelten y haré lo que quieran”; entonces Solís le replicó: “Yo no te he conocido en ninguna parte; sólo me acuerdo haberte visto cuando me mandaron por dos meses a la Penitenciaría”; contestó Sosa: “Pero no fue por culpa mía, el Jefe Político lo mandó”; “no sé, no averiguo nada”; y diciendo esto, gritó: “Ábranse”, y disparó su escopeta sobre Sosa que cayó lanzando gemidos, por lo que al oír Pérez que se quejaba Sosa, dijo: “que lo quiten del camino”, y aproximándose á él le disparó, después armó su fusil y hundió la bayoneta en el cuerpo de Sosa como cinco veces […].[14]

Sin embargo, la vida de Eligio Lah, según Medina, fue perdonada debido a que Rivero le dio la opción de unirse con ellos. En su declaración, Lah no duda en afirmar que el autor principal de la muerte de Sosa fue Elías Rivero, cumpliendo las órdenes una escolta que lo vigilaba, y que los disparos de Tránsito Solís y Juan José Pérez, fueron los proyectiles que le quitaron la vida.[15] Otro de los objetivos principales de los rebeldes, además del ataque al cuartel de Peto, era darle muerte al odiado jefe político. La madrugada del día 3 de marzo, en total hubieron tres ataques:[16] uno al cuartel militar, otra a la casa del jefe político, y uno a la casa del juez de paz Tirso Avilez Pérez. Del número total que vigilaba la Villa aquella madrugada, 10 de 20 guardias nacionales se unieron a los rebeldes. Al parecer, por las declaraciones del cabo Manuel Solís, encargado de la vigilancia de “los portales de la Jefatura política”,[17] el primer ataque se dio en el cuartel militar, y posteriormente se intentó sacar de su casa al jefe político.[18]
Alertado por el cabo Solís –como se puede cotejar en su parte militar remitido al gobierno, ni los balazos y los cohetes voladores que habían atronado la madrugada, sacaron de su pesado sueño al viejo coronel[19]-, Montalvo Solís se vistió con premura, y junto con los cinco hombres que siempre se apostaban en su casa para que le vigilaran el sueño, así como con el cabo Manuel Solís, que le dio el pitazo, se dirigió al cuartel a poner “orden”. El viejo coronel iba con “ademán resuelto” a hacer valer su autoridad y reprimir el desorden, “pero sucedió que á media cuadra de la plaza”, Montalvo Solís observó que los rebeldes sacaban una pieza de artillería –el “cañoncito”- y la colocaban expresamente en el camino que sabían que traería.[20] Esta acción hizo que el mismo Montalvo Solís y sus hombres casi cayeran de boca, pues retrocedieron inmediatamente y decidieron posicionarse en la parte norte de la plaza para ver si entraban por detrás del cuartel, lo que no se pudo hacer porque el número de gente hizo optar a Montalvo Solís huir al pueblito de Xoy con algunos de sus hombres, y de ahí, en un caballo, tomar el camino hacia Tzucacab. “El viejo cabrón”, desde luego, no fue y ni sería una de las tres víctimas a las que expresamente quisieron matar los rebeldes aquella memorable madrugada del 3 de marzo. A estos tres personajes, las balas de los rebeldes no los mataron y morirían seguramente de viejos.[21]
Cuadro 5.3
Relación de los individuos que componía la guarnición de la Plaza de la Villa de Peto la noche del 2 de marzo de 1911
Clases
Guardia del Depósito
Observaciones
Teniendo
Marcos Acosta
Muerto esa noche
Cabo
Manuel S. Quintero
Muerto esa noche
Agustín Medina
Se unió a los rebeldes.
Luciano Chan
Id
Antonio Poot
Id
Juan Calixto Cauich
Id
Mónico Xicum
Id
Francisco Noh
Id
José María Lira
Se presentó el 3 á las 2 p.m
Juan de la C. Cáceres
Presente
Retén en Portales de la Jefatura
Cabo habilitado
Manuel L. Solís
Presente
Soldado
Mariano Galaz
Se unió a los rebeldes
Santiago Dzib
Id.
Concepción Chi
Id.
Agustín Dzib
Presente
Retén en casa del Jefe Político
Cabo habilitado
Romualdo Caamal
Presente
Soldado
Tiburcio Herrera
Id
Justo Chi
Id
Claudio Kú
Id
Bernardo Can
Id
AGEY, c.  670, sección Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja 18.




[1] Seguramente se trataba de la calle 32. Esa calle da hacia el norte del pueblo, y la casa de Elías Rivero se encontraba en la calle 27 entre 32 y 34, marcada con el número 204, al norte de la plaza principal.
[2] AGEY, c.  670, sección Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja 105.
[3] En la milicia, fornitura es el correaje o la cartuchera que usan los soldados.
[4] Es decir, Benito Pech se dedicaba a la manufactura de pailas, que son una especie de cazos de metal. 
[5] La nota de prensa señaló que después de las muertes de Sixto Quintero y Marcos Acosta, “los revoltosos elevaron dos cohetes voladores en señal de alegría por su triunfo y avivaron gritando, sin saber a quién, pues sus palabras no fueron oídas por la confusión”. Diario Yucateco. La mañana, sábado 6 de marzo de 1911.
[6] Sabido Ávila, 1996: 127. Las cursivas son mías.
[7] En un informe dado un mes después, se contabilizaron 24 Remington sustraídos, así como 18 bayonetas, ocho cananas, cuatro cornetas, 1,038 cartuchos metálicos calibres 50, la pieza de artillería y 11 tiros de metralla. Para esa fecha, el “cañoncito” se había recuperado junto con todo su parque. AGEY, PE, Milicia, c. 742 (1911). 
[8] En las declaraciones del comisario municipal de Chacsinkín, que procedió a detener a Lucas Aké, este hablaba de un posible levantamiento que se daría el próximo día del santo de Montalvo Solís. AGEY, c.  670, sección Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja 45.
[9] AGEY, c.  670, sección Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja 106.
[10] Ibidem.
[11] Diario Yucateco, 4 de marzo de 1911.
[12] Seguramente Agustín Medina, indicado como uno de los líderes y con posición de mando en el grupo de Rivero, defendió a este imputándole la muerte de Sosa a Tránsito Solís.
[13] Es sintomático que en la declaración de Agustín Medina, los jefes como Delfín Encalada y Elías Rivero, que dirigían a los dos grupos, no fueran los que tomaran decisiones como el de mover a la tropa o decidir por la vida o muerte de los capturados. En vez de la posición de mando de Encalada y Rivero –sobrevivientes de Catmís-, los que tomaban decisiones eran simples subalternos o combatientes muertos en Catmís.
[14] AGEY, c.  670, sección Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja 107.
[15] Ibidem: foja 96.
[16] Las notas periodísticas señalan que la duración del ataque de los rebeldes a tres puntos de la Villa de Peto, se dio de una a cuatro y media de la mañana.
[17] Actualmente, estos portales han desaparecido, quedando en su lugar los muros de una escuela primaria denominada Miguel Hidalgo y Costilla
[18] AGEY, c.  670, sección Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja 52.
[19] Ibidem., p. 50-51.
[20] Diario Yucateco, 4 de marzo de 1911.
[21] Me refiero, según los documentos, a Arturo Cirerol, a Casimiro Montalvo Solís, y al juez segundo de Peto, Tirso Avilez Pérez; este último, antiguo mayordomo de fincas del Partido, en 1892 fue un motivo principal de descontento de los campesinos del pueblo. 

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