lunes, 19 de agosto de 2013

El canto del cisne (del azúcar) antes de la hecatombe de 1847: Una "Villa" y un "Progreso"

En 1841 se le modificó la categoría jurídica al pueblo de Peto, pasando de "pueblo" a villa como producto de la bonanza económica de una región azucarera recién abierta a la colonización del capital yucateco. El Decreto aparecería el 17 de diciembre de 1841, el cual lacónico, establecía lo siguiente:
Se concede el título de villa al pueblo de Peto.
Detrás de esa simple frase, de ese cambio de categoría jurídica, se encontraba, como hemos dicho, la colonización sostenida a estas tierras sureñas, que una vez abierto el proceso independendista en 1821, sería el primer momento (el segundo sería el periodo henequenero) del capitalismo en la región a base de los ricos cañaverales que verdeaban las faldas de la Sierrita Puuc y, por supuesto, entraba en disputa territorial con las antiguas formas de organización económica de la población indígena de la región (me refiero al sistema milpero), a través de los innumerables denuncios de tierra que el capital ladino, mediante leyes privatizadoras de las décadas de 1840, realizarían. La cuestión agraria en la región sería uno de los motivos, sino es que el motivo principal, para el engrosamiento de la rebelión indígena de 1847, que dividiría en dos la península, y el partido de Peto y su cabecera convertida en villa, pasaría a ser una zona de frontera insegura presa de innumerables incursiones de los antiguos habitantes indios que decidieron parar en seco el primer capitalismo en la zona (el segundo capitalismo, ahora para esta zona, sería el periodo del chicle).
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Cuatro años después de que Peto obtuvo la categoría política de villa, para 1845, el antes desértico y olvidado pueblo de indios de Nohcacab, que durante la colonia fue un chocerío entre Peto e Ichmul, por el crecimiento sostenido de los innumerables ranchos cañeros (vecinos de esa región me han indicado que han contabilizado más de 40 pozos artesianos, algunos entre la selva, y muchos que sirven para las familias campesinas de esos lugares), en una visita que el gobernador Miguel Barbachano hizo a ese punto, fue rebautizado como Progreso Nohcacab. No le duraría tanto el progreso a Progreso (de hecho, personas mayores le siguen llamando Nohcacab), y con la guerra sostenida por los rebeldes durante 50 años, el “Progreso” se convertiría en el más humilde pueblo de Progresito Nohcacab.

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