jueves, 9 de mayo de 2013

¿Y cómo está la fiesta ahorita en Peto? En torno a Roberto Vidal

 

 El 30 de diciembre de 1944, el Diario de Yucatán dio la noticia del asesinato del presidente de la villa de Peto del modo siguiente: “El Presidente Mpal. de Peto, asesinado. Indignación por el crimen. Establecimientos quemados”. Después de revisar el caso e indagar en la memoria de dos viejos chicleros, puedo afirmar que “La muerte de un presidente” (denominación de Máximo Sabido) fue aprovechada por el grupo político petuleño alrededor del muerto, un pretexto no planeado para sacar del escenario de la política y del poder económico pueblerino a su “asesino”, un potentado que hizo su fortuna gracias al chicle.


Muchos años después, frente a una grabadora, una libreta de apuntes y meciéndose plácidamente en sus hamacas, dos viejos chicleros habían de recordar con cariño a su patrón Roberto Vidal, el “asesino”, y hablarían de su fuga de las narices de sus perseguidores como si de casi una gesta digna de un héroe con el don de la trasmutación corporal se tratara. Para el centenario kambuleño, don Ceferino Briseño Solís, Vidal hizo lo que todo hombre digno de amor propio haría: desjaretar la vida a un “puerco político” miembro de la pequeña oligarquía que arañaba el poder no a costa del sudor del trasiego de los montes de la Península en busca del chicle (como fue el caso del tuxpeño Vidal), sino a costa de picarle, no a los zapotales como hacían las cuadrillas de chicleros de Vidal, sino al erario municipal.

He señalado que, para los chicleros, Vidal cobró una deuda de honor, porque al parecer Vidal donó unos ladrillos para la presidencia municipal, y Wilfrido Alonzo (alias Ubich), el presidente al que Vidal mandó a la sepultura, hizo el recurrente negocio de Peto entre las administraciones petuleñas, vendiendo los ladrillos, y, por lo tanto, su “crimen” no fue en realidad un “crimen” sino una lección de honor para una aldeana clase de “notables petuleños”. El Diario de Yucatán, un diario demasiado conservador, dio la nota de la cual tal vez su reportero oyó lo que quiso oír, vio lo que quiso ver, y este mismo relato aparece, palabras más palabras menos, en las dos historias “oficiales” petuleñas de los dos Sabidos (para ellos, Vidal es el diablo encarnado, y Alonzo un pan de Dios). La nota del Diario daba cuenta de lo sucedido de esta manera:
“Hoy en la madrugada, al terminar el tercer baile que se efectuó en ocasión de la fiesta que se está celebrando, se suscitó un escándalo que degeneró en tragedia, en el que Roberto Vidal, excitado por el licor, hizo necesaria la intervención de la policía para reducirlo al orden. Intervino personalmente y amistosamente el presidente municipal Sr. Wilfrido Alonzo Vázquez, quien acompañó a Vidal hasta su alojamiento del hotel María Elena, y cuando terminada su mediación se retiraba dicho Sr. Alonzo, salió del hotel el repetido Vidal y alcanzándolo a unos cincuenta metros de allí, disparó sobre su indefensa víctima, todos los tiros de una pistola de que se había armado. Al oír los disparos, la gente que aun estaba en la plaza, corrió a enterarse de lo que había ocurrido y encontró ya sin vida al Sr. Alonzo. Todos trataron de capturar al asesino, pero éste desapareció misteriosamente, y se oyeron varios disparos de arma de fuego en distintos rumbos de la población. La gente, enfurecida, incendió el kiosco de Andrés Vidal, instalado frente al mercado, y luego el establecimiento mercantil de Ponciano Vidal, frente a la estación de los Ferrocarriles. Los propietarios son hijo y sobrino, respectivamente, del asesino. La alegría de la fiesta se convirtió en duelo, pues todas las diversiones y el comercio no abrieron sus puertas y las enlutaron…De las declaraciones de testigos presenciales y de las observaciones personales del reportero, quien vió los incendios que rubricaron la tragedia, puede sacarse en conclusión que, en la madrugada hubo en el baile, un escándalo provocado por Roberto Vidal, quien lanzó una botella contra el presidente municipal Sr. Wilfrido Alonzo Vázquez; éste eludió el proyectil, y resultó herido un hijo del agresor; el alcalde calmó los ánimos, y no obstante que Vidal acababa de amenazarlo de muerte, lo acompañó a su hotel. Regresando ya, se encontró con dos amigos, con quienes hablaba, cuando regresó Vidal, y apenas reconoció al Sr. Alonzo, le disparó su revólver, tres veces, y le causó otras tantas heridas mortales. Un hermano del occiso acudió rápidamente, mientras el asesino huía. La noticia circuló con rapidez. Estaba terminando el baile y había mucha gente aun en la calle. Formáronse grupos armados para buscar al asesino; pero, como no le hallaron, enfurecidos, dieron fuego al kiosko de la plaza (propiedad de Andrés Vidal), que tenía $15,000 en mercancías y que se consumió íntegramente, y en seguida, la muchedumbre enardecida se dirigió a la tienda situada frente a la estación ferroviarria (propiedad de Ponciano Vidal), y le dio fuego: se consumieron allí, según se nos dice, ochenta mil pesos en mercancías. Nadie se atrevió a apagar el fuego. Hasta la mañana de hoy ha flotado en el pueblo un ambiente de inquietud y duelo, pues se esperaban otros actos de venganza. Al asesino se le busca sin cansancio; pero se cree que huyó a la selva. La inquietud no cesó hasta la llegada de la policía. Conocerá del hecho el Ministerio Público de Tekax…Los autores del incendio permanecen en el misterio. Nadie sabe quién prendió el fuego. No hubo saqueo (Diario de Yucatán, 30 de diciembre de 1944).
¿Quién inició el incendio? Para el reportero del Diario de Yucatán, Luis Gutiérrez Muñoz, al parecer fue el “misterio de la trinidad”, o “la providencia divina”, ya que decía que “los autores del incendio permanecen en el misterio”. Sin embargo, leído este documento histórico por medio de la lectura indiciaria enseñada por Ginzburg, nos lleva a plantear varias cosas.

a) La “muchedumbre” que prendió fuego a los ricos establecimientos de los Vidal (o de Roberto Vidal y sus familiares) no era una simple “muchedumbre” de desarrapados: estaban, como indica la nota, fuertemente armados, y querían la “venganza”. La palabra “venganza” trasmina todas las palabras de la nota.

b) Otro punto interesante, fue el hecho de que “no hubo saqueos”, y que “nadie se atrevió a apagar el fuego”. Los campesinos actuales, aun viendo si se incendia un establecimiento, una casa, inmediatamente ocurren a ayudar: los campesinos de Peto, la gente llana petuleña, sin duda que es gente solidaria. Y si la “muchedumbre” le prendió fuego a los establecimientos de Vidal, al kiosco y al establecimiento de comercio, y dicha “muchedumbre” se encontraba armada, nadie en su sano juicio haría el intento de apagarlo, porque nadie en su sano juicio recibiría gustoso una bala de la “muchedumbre”.

c) En síntesis, indiquemos lo siguiente: es un hecho que Vidal cometió un “asesinato”, pero ¿por qué los establecimientos de Vidal y de sus hijos fueron incendiados? No saqueados, sino incendiados, reducidos a ceniza…Y la respuesta es la venganza: la muerte de Alonzo era lo de menos, el grupo opositor ¿político, económico? a Vidal –por increíble que parezca, aquí sigo la apreciación de Máximo Sabido, que dice que Vidal tenía intenciones de entrarle a la política, y que el grupo alrededor de Alonzo no veía con buenos ojos que ese “tuxpeño”, ese kisin huach tuviera, además de poder económico, poder político- era el más urgido de la desaparición de Vidal: Vidal era un elemento extraño: tenía claras simpatías con los chicleros, y por lo tanto, con los campesinos de la región; se había establecido en Peto, este lugar fue su pueblo, en este lugar hizo su fortuna, y un hombre con la capacidad económica de Vidal, era obvio que podía entrarle fácilmente a la política, y fácilmente ganar cualquier puesto. Máximo Sabido, en sus Memorias, indica esto de las intenciones políticas, la pulsión política de Vidal. Esta clara capacidad política de Vidal no pasó desapercibida entre el grupo alrededor del muerto, sobre todo, entre el secretario de Wilfrido Alonzo, un tal Antonio Barahona, quien según don Ceferino Briseño, hombre que presenció los “incendios”, fue el que azuzaba a un grupo de gente bien armada para incendiar los establecimientos de Vidal.

A continuación, inserto dos transcripciones de dos ex chicleros con dos versiones que se enlazan del caso. El primer relato, es del legendario plataformero de la hacienda Catmís, luego chiclero, después ejidatario, don Ceferino Briseño Solís, hijo de un soldado de levita que llegó a estas tierras peninsulares cuando la pacificación de los mayas rebeldes del oriente de la Península. Don Ceferino indica que el “maleante Barahona”, secretario de Wilfrido Alonzo, fue el incendiario encargado de azuzar al grupo de hombres armados que prendieron los establecimientos de comercio de Vidal, y don Ceferino, a más de 60 años de los hechos, aun se rasca la cabeza al preguntar que por qué el maleante de Barahona y su gavilla de incendiarios, en vez de incendiar, hubieran abierto los establecimientos para los pobres (para Briseño Solís, el saqueo era más humano por la inmensa cantidad de pobres que había en el pueblo). La otra transcripción, la proporciona el viejo ex chiclero Francisco Poot Aké (oriundo de Yaxkopil, pueblo cercano a Kambul, de donde es don Ceferino), que además de chiclero fue carnicero en varios pueblos a la redonda de Peto.
“Maté al pinche cabrón porque me trató de burlar”: el relato de don Ceferino Briseño Solís
A Roberto Vidal, si lo hubieran dejado, si no amenazan a ese hombre por el presidente, hubiera sido más rico que Antonio Baduy [Antonio Baduy fue uno de los concesionarios del chicle más importantes de principios del siglo XX, era libanés y tenía sus establecimientos en Peto]. Roberto Vidal tuvo problemas con el presidente municipal. En el palacio que está ahorita, regaló una parte de ladrillos a ese palacio…Entonces agarró Ubich y lo vendió…Vendió los ladrillos a varias personas. Entonces, un día que estaban tomando como estamos ahora platicando, se acordó Vidal y le dijo Ubich: “Umm, compadre, no siga usted amenazándome porque lo voy a meter a la cárcel”. Vidal responde: “Sí, hombre, compadre, ¿por qué no?”. Pero Roberto Vidal es hombre completo, en cambio Alonzo no, es un pendejo. Bueno, entonces Alonso le dijo: “Vamos a tu hotel”. Llegaron. Al subir, Vidal fue por su revólver, entonces llamó a Alonzo de esta manera: “Compadre, recíbelo, que ahí te va”. Y “pac, pac, pac”, ahí se quedó Ubich. Entonces don Roberto Vidal pensó rápidamente, se acordó que había en el hotel una cocinera bien alta, pero mestiza; Vidal agarró la ropa de esa cocinera, y se la puso.

¡Pero qué pendejos los soldados que venían a buscar a ese señor, no se fijaron de los zapatos, no se fijaron los pendejos que traía botas esa mestiza! Al lado de la federación pasó Vidal, y se fue a la estación. Llegó a la estación, y se subió sobre los durmientes a ver lo que pasaba. Entonces, el maleante de Barahona, secretario del muerto Alonzo, mandó a quemar el quiosco frente al mercado, le tiraron gasolina, lo quemaron. Así lo hicieron, no se sacó nada. Se fueron de ahí, directo a la estación Barahona y su gavilla de maleantes, donde había una bodega de Vidal repleta de muchas carabinas que se distribuían en los campamentos chicleros, y todo se quemó, Barahona dio órdenes de quemarlo también. ¡Cuántos sacos de maíz! Cualquier tipo de mercancía se quemó. ¿Por qué no lo abrieron, y en vez que lo quemen, se lo regalan a los pobres? ¿Qué ganaron con eso? Porque el que murió, ni que quemen todo el pueblo, iba a revivir, ¡el que murió no se levanta!

 

 Entonces, después de que vio Roberto Vidal que ya le quemaron todo, habló a un soldado que se apellida Yam. Le prepararon un caballito a don Roberto, montó en el caballito, y con el muchacho Yam ¡jálale!, directo con el Presidente de la República, se fue a hablar con ese Ávila Camacho. Antes, Vidal pagó a todos los señores, que le saquen el chicle de la temporada de 1944, y él se fue a México. Llegó con el mero Presidente para decirle: “Maté al pinche cabrón porque me trató de burlar”.
“¡Vaya bien, patrón!”: la entrevista con don Francisco Poot.
Gilberto Avilez (GA).- Don Roberto Vidal, no se olvide….

Francisco Poot.- Ah! Don Roberto Vidal, ¡cómo olvidarlo! trabajó también…Era chiclero de antes…

GA.- ¿Y qué le pasó a Roberto Vidal?

FP.- Pues si ese señor no hiciera la maldad, ¡puchis!, creo que hasta ya la hizo de presidente acá en Peto.

GA.- ¿Y qué le pasó a ese señor?

FP.- No ves que, pues, como esa gente es delicada…

GA.- Los tuxpeños…

FP.- Es tuxpeño [Roberto Vidal]. Entonces, en esa hora, creo que lo has oído, que mataron al presidente municipal de Peto, se llama Ubich Alonzo, en 1944, 1943 cuando hubo eso, 1943, no me acuerdo. Estábamos allá por Quintana Roo. Pasó en el “jato” Vidal después que le dio muerte a Ubich. No sabemos nada, como sabemos que es patrón de la chiclería entonces, parece que el 26 o 27 de diciembre fue eso [la muerte de Alonso] para la feria, aquí, de Peto. Entonces, nosotros, ese año nosotros hicimos el compromiso con la difunta doña Anselma [habla del compromiso de casarse con su esposa Anselma Gómez Balam], estábamos [los chicleros] en un lugar que le dicen Grano de Oro; entonces, allí estábamos trabajando, ya se va a finalizar la temporada entonces cuando ya se fueron casi todos, nomás éramos 20, no, 24 personas que quedaban en el jato, pero ya se vinieron una parte para la fiesta. Desde octubre comenzaron a venir, para los finados. Entonces quedamos nosotros, somos 9, faltan nomás que venga el aviso del patrón para que nos quitemos de allá con todo y víveres, para que vengamos aquí en Peto. Entonces, cuando llegó el señor, conocemos que es patrón y chiclero antiguo. Cuando vino, vino entre dos hombres, con el difunto don Gumersindo Cámara, ese Cámara era arriero, ese Gumersindo…Entonces, vino el señor, acabamos de llegar en el jato cuando vino el señor allá en el jato, éramos tres con el capataz, don Piedad Chi Morales, José Piedad Chi Morales es el capataz de nosotros; entonces, yo y un muchacho que se llama Mario, Mario Blanco, aquí es de Peto también. Entonces, hay otros seis, pero todavía no habían venido, no habían llegado al jato, se han ido a trabajar cuando vino el señor. Primero vino Gumersindo, entró allá a hablar con la señora de la fonda, como es cocinera, estaba torteando. Nosotros, después que nos bañamos nos ponemos la ropa y vamos a la cocina a comer. Entonces, cuando vino ese Gumersindo, entra con un rifle de cabañas, entonces, vi que vino, pero caminando vino, sabemos que él es arriero, entonces vi que habló con doña Anselma, que está torteando, y le llamaron entonces al capataz, ya vino, estaba su esposa también del capataz allá cuando se levantó el señor, fue allá a la cocina, y Gumersindo se fue dónde vino del camino de la arria vino, tenía puesto en su cabeza una cachucha Gumersindo, que fue a buscar a Roberto Vidal, que ya se escapó de Peto, que ya mató al presidente. Entonces, nosotros no sabemos, así como dices, estamos lejos, entonces cuando después, pero rápido, cuando vino el señor toda su carrillera, su pistola, umm, mi hermano, ¡está lleno de tiros su pistola!


 

GA.- ¿Ese Vidal?

FP.- ¡Ese Vidal! Todo armado. Y tenía su rifle de 18 tiros, lo arrinconó, porque no se sentó, lo invitaron a comer, y no, no se sentó, se quedó parado, pero está mirando así para ver si hay otras personas, si otros chicleros ya vinieron.

GA.- ¿Y cómo cuantos años tenía para esa época Vidal?

FP.- ¡Puchis!, Vidal si no está muy viejo, tenía cuando menos 40 años. Sí, como 40…Entonces, cuando vino el señor, sabemos que es patrón de la chiclería, entonces habló con el capataz, y el capataz le dijo a su esposa que nos avisen a nosotros que vayamos a jan comer en la cocina porque estaba el patrón allá, estaba don Vidal allá. Como yo siempre hasta le tenía vendido chicle al señor Vidal, me conoce, entonces le dije: “No, al rato vamos a ir [a comer], hasta que se vaya”. Entonces, ¡pero no tardó, hermano!, no tardó ese hombre, cuando mucho como cuarto de hora se dilató mucho; entonces, después le dieron dos laterías y un tanto de tortillas, entonces, preguntó al capataz que si no hay gente donde va a ir con Gumersindo por esos caminos de arria. Le dijeron que no, que estaba por el poniente la gente y por donde iban no había nadie…Después Vidal se despidió de nosotros…Y le dijimos:
“¡Vaya bien, patrón!”.
Montó el caballo de silla, Gumersindo una maletita nomás tiene en su caballo y va por delante, y por detrás va ese Roberto Vidal…Le dijo al capataz que si acaso preguntan que si vieron a Roberto Vidal allá, le dicen que no, que no lo vieron…Es dudoso eso, porque sabemos que a veces va a ver a su gente, pero el caso es que estaba escapando. Ese señor, si no me confundo, agarró el avión, la avioneta que trafican chicle acá en Peto, de Lirios, allá por ese rumbo se fue, por el rumbo de Xcanhá, ahí cruza el camino hasta Zaacxan, de Zaacxan a X’kanhá, de Xkanhá a Central Flores, de Central Flores hasta Lirios.

GA.- ¿En Lirios agarró una avioneta y se fue a Veracruz?

FP.- Allá, en Lirios, traficaban las avionetas que acarreaban el chicle de por acá. Puede ser que ese fue el rumbo porque si se va en Chetumal…

GA.- Lo agarran…

FP. Yo creo que sí, si se va en Sol Laguna Campeche.

GA.- Lo agarran…

FP.- Creo que si lo agarran…Entonces, donde yo digo [Lirios], creo que ahí se fue…¡No cabe duda! ¡Ahí se fue!

GA.-¿De qué tamaño estaba el hombre?

FP.- ¿Vidal?...Un cuerpo regular. Con su sombrero de fieltro…Sí lo extrañamos porque de antes andaba en el campamento con su sombrero así, bueno, no está bien tacuchado, pero cuando cruzó allá en Grano de oro, sus ropas están buenas las que llevaba, y su sombrero era de fieltro, por eso extrañamos eso porque andaba siempre en su campamento con cachucha o algo así…pero cuando cruzó allá…

GA.- Bien entacuchado…

FP.- ¡Sí señor! Entonces, a los tres días que se había ido allá, cuando llegó el difunto arriero de don Alón Muñoz, él nos vino a buscar porque ya está terminada la temporada de la chiclería. Entonces cuando llegó, son dos arrieros: el difunto de don Alón Muñoz y don Manuel Palma, uno de Tzuca [Tzucacab].

GA.- ¿Y en qué venían?, ¿Cuándo se quitaban de los hatos, venían caminando, o en qué venían?

FP.- Ah, sí, caminando…Ahora, sólo la cocinera y la esposa del capataz tienen derecho de un caballo cada una…

GA.- ¿Y cuando vino el arriero, qué les dijo?

FP.- Cuando llegó el arriero, le preguntó don Fidel, el capataz le preguntó a don Alón Muñoz: “¿Cómo está la fiesta ahorita en Peto?” Pero como no sabemos qué había sucedido…Y Alón Muñoz contesta: “¡Hay Dios!, ¿qué fiesta, hermano? Ahorita en Peto sólo soldados hay.” Quemaron la tienda, una flamante tienda tenía Vidal, aquí enfrente de la estación. Y un puesto que tiene allá enfrente del parque, un quiosco…

GA.- ¿Era de su hijo?

FP.- No, era de él…Si ese de Vidal era un ricachón ese señor, ese hotel María Elena, él lo tiene construido, era el dueño de ese hotel María Elena, era el dueño.

GA.- Entonces chingaron sus establecimientos…

FP.- ¡Lo quemaron! Quemaron la tienda aquí de la estación de tren y ese quiosco, entonces solo porque llegó la federación y pidieron un auxilio rápidamente y vinieron los soldados y no quemaron ese hotel María Elena…Y los arrieros, los chicleros que tuvo, sepa Dios como se fueron, porque ¿quién les va a pagar? Hasta el bodeguero que estaba allá, pues huyó, y sus hijos y Carlos Vidal, su hermanito, y su hijo Andrés, esos se lanzaron [se fueron], sepa Dios donde se fueron…Roberto Vidal allá vivía en ese hotel María Elena, y cuando hizo ese crimen, pues se peló, y hasta la santa fecha no ha vuelto…

1 comentario:

uuyumil dijo...

Genial esa Historia, Gracias por compartir!

Archivo del blog