martes, 28 de mayo de 2013

NI PERDÓN NI OLVIDO: HABLA UN EX-AMERICANISTA

No me acuerdo quién dijo que los peores enemigos del alcohol, los que odian a los alcohólicos y a los que se embriagan sin más ni más, son los abstemios, los retirados de la bebida, los que asisten a un doble A. Me han dicho, también, que los misóginos, los que ven a la mujer como un objeto, etc., son los que una vez amaron a morir a una mujer, y esta, una cerda antropófaga, les destrozó hasta los huesos....Y así nos vamos con las predisposiciones pavleanas: a cada amor y fervor brutal por algo o por alguien -el fumador incisivo que deja de fumar un día y ya no vuelve a tolerar, le da náuseas el olor del cigarro-, si se termina, viene una depresión, y acto seguido un desprecio sideral...A mí, por mi parte, me gusta la cerveza león negra, fumo sin recordar al cáncer, pero detesto, desprecio con enjundia y con fervor algo: detesto al América...
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Mi amor por ese equipo comenzó con la gran escuadra que comandara el holandés Leo Bennhakker, y el tótem era el gigante de ébano, el camerunés François Oman Bikiy, y detrás de él venía el exacto pasador Kalusha Bwalya; el pegaso Gutiérrez, en la defensa, era una trinchera insalvable, un “hachero” cuando quería. Adrián Chávez en la portería era todo un espectáculo, el mejor portero que, sin embargo, no sé por qué le dieron preeminencia al payaso de Jorge Campos en el arco de la selección, dejando en la banca al gran Chávez. El América de Leo Bennhaker no podía entenderse sin las fallas y los errores homéricos de Zague frente a la portería: Zague no sé cómo se pudo coger a su vieja, porque no mete ninguna. Sin embargo, una vez Zague salió inspirado a jugar contra los gallos blancos del Querétaro: hizo 6 goles en una tarda inolvidable, y la gloria le llegó (supe que le llegó, porque ese día quedé afónico gritando como idiota los goles del gran Zaguiño).
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Cuando Bennhakker salió repentinamente del América en abril de 1995, nunca entendí qué coños tenían en la cabeza los dueños del equipo como para sacar a ese estratega que hizo de un equipo crema y burgués -y por única vez en su historia, ya que en la historia nada se repite- el equipo del pueblo, el equipo que daba alegrías, más alegrías que tristezas…Biyik no le ganó a Hermosillo el campeonato de goleo, y con el tiempo, esa escuadra brillante de la era Leo Bennhakker, pasó a la historia, al triste recuerdo de los que, como yo, por protesta contra la salida de Bennhakker, dejamos de irle al América. Tenía 12 años apenas, pero ya creía que había visto demasiada mugre en el fútbol mexicano, y decidí pintar mi raya…
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Pasaron unas temporadas y mi distanciamiento con el América fue creciendo: me regodeaba en sus derrotas, vociferaba cuando me enteraba de que era goleado, bendecía a las Chivas cuando se llevaban los clásicos, y empecé a sentir fastidio por el jorobado de Tepito que siguió, como perro fiel, en ese equipo, defendiéndolo y metiendo goles. Ya recuperado de mi ruptura con el América, volví a sentir entusiasmo por un equipo que, hoy, tal vez esté en segunda división o se lo habrán llevado los extraterrestres: el Toros Neza. Ahí jugaba el gordo Antonio Mohamed, una zurda privilegiada que ponía el balón donde quería con exactitud de algebrista supremo. El Toros Neza fue mi segundo equipo, y por primera vez en mi vida, me compré la camiseta de los Toros, que atrás tenía el número 1 y el apellido Larios, por Pablo Larios, el portero asiático nacido en Morelos, que vino a llamar irremisiblemente mi atención: era un señor portero, alguien que daba confianza, y cuya veteranía era signo de sabiduría bajo los arcos. Veía todo detrás de sus ojos rasgados. Otra vez, me preguntaba, ¿por qué coños no ponían a Larios como portero titular de la selección? Y era porque “Jorgito Campos”, un payaso que acostumbraba vestirse como puta mal pintarrajeada, no era removido de la titularidad. En fin, esto es, a grandes rasgos, mis motivos para odiar al América, y, por supuesto, para escupir el recuerdo de Jorgito el gay Campos en la portería de la selección.

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