lunes, 27 de mayo de 2013

CUENTO A MODO DE EXORCISMO: UN FANTASMA DE CAMINAR PAUSADO

Una pesadilla (una indigesta pesadilla) me hizo levantar, casi arrancarme de la cama, y dar tumbos al baño para espantarla con agua fría. A grandes rasgos, es esta: Un fantasma de ese periodo neolítico que llamamos adolescencia, tomó el camión para Mérida y no sé cómo supo mi dirección, pero lo cierto es que se adentró a mi más profundo sueño...Retrocedió el tiempo 13 años, para hacerme caminar en el centro de ese ominoso y execrable pueblo de cuyo nombre, etc, etc. Iba, como siempre, pensando en la inmortalidad del cangrejo cuando apareció ella, la de cabellos castaños y sonrisas de nube y caminar pausado, con un vestido de flores blancas y negras iluminando la mañana. Estaba más alta de lo habitual...Era altiva, seguía siendo altiva, y apareció de pronto de la nada...Le dije, efusivo: Cómo estás. Sólo escuché su silencio. La quise seguir, y ella me dijo que no...Le señalé: "Oye, yo no soy un pelagatos, en 10 años seré dictador de hierro de un país caribeño o en 40 años ganaré el Nobel de literatura". Me contestó que le gustan los pelagatos, que descreía de los sucios dictadores, y que la literatura francamente le aburre. Luego, dando la vuelta, me dejó, me dejó arrumbado nuevamente, como antes, aquella vez de hace miles de años en que le dije que si quería bailar conmigo, y ella dijo no otra vez. Nunca supe su nombre, pero la última vez que vi a Ana -ahora sé cómo se llama, aunque eso ya es una trivialidad saber el nombre- me recordó esa foto que nos tomamos cuando salimos del bachiller. Al parecer, ella quería entrar a ese baile ominoso, ridículo y enfermo de pueblo…Yo le dije: “Si quieres, tengo dos boletos”. Ana se puso feliz, dio unos brinquitos de gacela en estro, y me dijo que merecía un abrazo y un beso y hasta una foto del recuerdo. Le respondí que con el abrazo y el beso sería suficiente. Ella insistió en la foto, pidió dos, una para ella y una para mí. Esa foto fue una especie de tótem que duró media semana porque desapareció como por arte de magia: Ana me abraza levemente de la cintura con su brazo derecho, yo estoy cerca de ella, al parecer estamos felices, o esas multívocas risas expresan algo cercano a la felicidad. Tal vez le dije algo a ella, o ella me dijo algo, porque los labios de ella arañaban una frase.
***
Al salir de ahí e irme a otros lares, perdí el rastro de Ana. Supe una vez que andaba con un mandril, pero eso no me preocupó porque yo nunca estuve a un centímetro de ella. Ahora voy a contarles la última vez que la vi…En el 2009, en un viaje a Mérida en busca de no me acuerdo –tal vez una tesis-, tomé una vagoneta en vez de un autobús, y ese día volví a topármela. No había cambiado mucho, la nube seguía ahí, pero sus cabellos estaban teñidos de un negro espantoso. Fui la persona más feliz, y mi felicidad estribó en que Ana no se acordara de mí y me comenzara a coquetear como la más descarada puta a todo lo largo del trayecto…Primero me hablaba cerca, y yo le decía, con recato pequeñoburgués: “sí, señorita”; y luego restregaba sus tetas pequeñas –uno, sin ver, sabe la medida de las tetas de todas las mujeres que ha querido- a mi costado izquierdo, y dormía y ponía la cabeza más allá de mi hombro. Al llegar a Mérida, me preguntó que si me conocía, le pregunté que si los mandriles son más amorosos que los pelagatos. Ella, con tranquilidad, respondió: ando en busca de mi dictador de hierro. "Se ha vuelto demócrata", respondí, y nunca más la volví a ver.

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