jueves, 7 de febrero de 2013

TRAMA DE UNA POSIBLE NOVELA: ¿BATALLAS POR LA HISTORIA?

Un joven historiador mexicano –no pasa de treinta- anda tras los pasos del tema de investigación de su antecesor en el mismo, pero éste de nacionalidad yanqui. El mexicano es un comunista, o seudocomunista, que fuma de vez en vez delicados, a sugerencia del Belascoarán Shayne de Taibo II, lee novelas policiacas, poesía barroca; y escribe panfletos contra el amor desde lugares sórdidos -pienso en un parque público donde asolean su soledad vespertina los viejos y las parejas de adolescentes- porque, romántico idiota, no cree en esa fiebre de bajo vientre desde que una serpiente con ojos, boca, nalgas y cuerpo de hembra humana lo dejó en el limbo de la desolación total.
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Un día el historiador se presenta al archivo, puede ser un archivo arquetípico de provincia o un archivo metropolitano, y conoce a “la señorita fulana de tal”. No pasan ni dos palabras cuando el historiador, que también la hace de poeta, pone una tregua a sus catilinarias contra el amor, y decide emborronar unos sonetos a su nueva pasión. Se declara enamorado de “la señorita fulana de tal”, la corteja, le inocula dardos de miel en el oído, y ella cede, cede; lo lleva a su casa –“la señorita fulana de tal” vive sola-, y en el trayecto del pasillo a la alcoba, rompen unos cuantos trastos y unos cuantos retratos de sus padres.
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Días después, ella le contará su trayectoria amorosa antes de él, y él omitirá hablar de la serpiente antropomorfa, y cuando ella le señale que diez años antes trabó relación con su antecesor en el tema (eso de "relación" es un eufemismo para no decir que cogió a diestra y siniestra), es decir, con el gringo de mierda; al mexicano le saldrán a la epidermis las pasiones históricas que creía neutralizadas por eso de la dizque "cientificidad" de la historia, y recordará con viva fruición las lecturas de la guerra de 1847, las batallas de Cerro Gordo, Molino del Rey y hasta el mismísimo Álamo (aunque lo del Álamo es evidente que se trata de un impasable anacronismo, pero el historiador autóctono está que no aguanta ni a Obama, así que no le pidan que sea exacto en el manso discurrir histórico). Decidirá, haciendo honor, según él, a la memoria de Santa Anna (se declarará Santanista) y de los que perecieron en esa guerra de conquista, batirse en duelo con el gringo del carajo, con el yanqui de mierda.
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Su oportunidad llegará ese mismo verano. En un congreso de "yucatecólogos", el destino o el azar los hará coincidir en la misma mesa donde ambos -el mexicano y el yanqui hijo de su chingada- sostendrán tesis contrapuestas sobre el mismo tema (digo aquí que a “la señorita fulana de tal” le aburren en demasía las disquisiciones de “ñoños”). En este primer round, el yanqui, que desconoce las "intenciones nacionalistas" de su contraparte mexicana, sale avante pero maltrecho, lo que lo llevará, después de terminado el congreso, a pedirle al mexicano su ponencia para "cotejar datos", "mejorar las premisas", "apuntar sus valiosos pareceres", y otras chingaderitas que se destilan entre el gremio sesudo (¡o ñoño!, “la señorita fulana de tal” dixit). Esto da pie a que el segundo round se presente. El mexicano le da una dirección de un cafetucho del centro de la ciudad -puede ser una ciudad provinciana o metropolitana, ya que la geografía no altera el producto de esta trama- que, más que cafetucho, resulta ser un lugar digno de la nota roja. El gringo, una bestia que sólo está para la historia, va como cordero directo al matadero.
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Lo demás es previsible en un país narcotizado como éste: en un momento en que el mexicano, sentado frente al gringo en una mesa del cafetucho arrabalero, con su ponencia pringada con café y manchas de sus delicados, habla con su voz nacionalista sobre sus “disensos interpretativos” (frase ñoña, otra vez “la señorita de tal” dixit), surgen dos figuras descomunales y se plantan a dos pasos de la puerta. Las ráfagas de los cuernos de chivo empezarán a llorar sus fuegos calcinantes justo a la mitad del discurso del mexicano:
"Está bien que nos hayan arrebatado medio país, que nos colonicen, eso no se discute, lo que se discute es...."
Y en ese momento, el mexicano vio un proyectil pasar a 20 centímetros de su cigarro, y vio también cómo ese mismo proyectil perforaba el cráneo del gringo, y vio cómo el cerebro de este huía de su estuche de hueso y rebotaba en el piso de madera.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Very interesting, i just wanna know if is fictionally or is a beautifull love history!

Unknown dijo...

Evidentemente que fictionally....

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