viernes, 20 de julio de 2012

Villa cabalga de nuevo

Pancho Villa es sinónimo de "justicia” sin contemplaciones, pero Pancho Villa también es conocido de todos, porque en los momentos mismos en que guerreaba, las cámaras de Hollywood ya lo estaban firmando para la posteridad. Él es la posteridad. A la vuelta del siglo, Villa se volvió un icono del cine, pero también, fue y sigue siendo el personaje más popular que la irrupción campesina de las distintas "revoluciones" de los años 1910-1920 dejó tras su paso arrollador. Además, nadie que conozca un mínimo de la historia de la Revolución sale indemne del poderoso imán que Villa ejerce desde su tumba olvidada de Parral: Katz y Taibo II así lo han demostrado en voluminosos tratados, y sus “dorados-lectores” son legión, innumerables villistas de mente y corazón. En los movimientos sociales del México descalzo, del México subalterno, Villa, junto con los ojos tristes de Zapata y la mirada de águila de Guevara, cabalgan juntos impresos en las camisetas de jóvenes y viejos. Ellos, a falta de fe o sobrada secularización (ya no se puede portar la virgen de Guadalupe como estandarte “revolucionario” como antes lo hicieron las huestes campesinas de Hidalgo hasta Zapata), llevan a sus mitos, a la historia campesina y revolucionaria como símbolo, pero también como clave dispuesta a deconstruir el edificio maldito del poder que los oblitera, aparta y excluye. Ellos, los macheteros de Atenco, los neozapatistas de Chiapas, todo el México descalzo y el México plebeyo en resistencia, son la memoria y la razón de que Villa y Zapata siempre estén cabalgando: En cada caso de injusticia manifiesta para los subalternos, “Villa cabalga todavía en el Norte”, y en el centro y sur del país. En cada ruptura social, “Zapata muere en cada feria popular…Es la Revolución, la palabra mágica, la palabra que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría inmensa y una muerte rápida…”

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