jueves, 1 de diciembre de 2011

Viejo árbol de palabras

Me enteré regresando de la UAM Iztapalapa. Un locutor de radio leía esos poemas que me lo sé casi de memoria: "A recorrer me dediqué esta tarde las solitarias calles de mi aldea..." A los 97 de su antivida, el patriarca de la desfachatez antipoética había recibido el Yelmo de mambrino: cosa digna de celebrarse con los ijares de la risa. Dos Quijotes saldrían más fuertes y vigorosos de la larga vida del poeta que me ha hecho comprender mejor el derecho con su apotegma de que "No le doy a nadie el derecho"...Tipo ridículo a los rayos del sol", a las lágrimas de los jorobados de existencialismos chabacanos, maestro de hecatombes y aquelarres, eres tú el que expresa las corbatas de las tardes. Hombre que no está para premios Cervantes, harás un batiburillo con los refajos de Sancho, sacarás un ped
o de tristeza a don Juan Carlos y sus desfalcadores infantes, y seguramente restregarás tus cantos, volarás lejos, irás despacio en tu turbina encapuchada, lagrimearás viejos amores porque ya han pasado los años, las tardes, las noches incestuosas y ella, la hija de tus besos, ya no sabes donde hallar...Toda la América de habla bronca y española, a la que le diste cabello, sin razones y quebrantos, es ahora la hija de tus besos, la hija de tus versos, maestro Parra. Me enteré regresando de la UAM Iztapa-baba, de que tú, viejo árbol de palabras, te habías puesto a recorrer los viejos campos de la Mancha. Un locutor osezno destripaba tus versos que guardo en mis alforjas.

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