lunes, 7 de septiembre de 2009

La imaginación y el poder



La imaginación nunca tomará el poder. Y es que cuando uno se vuelve poderoso, al mismo tiempo se vuelve gris, inimaginativo, y obtiene una careta de notario o de empresario preocupado únicamente por las variaciones macroeconómicas. La imaginación, por natural talante, repele toda entelequia que huele a mínima excrecencia de poder. La consigna –aberrante- de la imaginación tomando el poder es una consigna burguesa propia del desvarío de los seudorevolucionarios del Mayo francés. A la imaginación lo único que le interesa es el derrocamiento omnímodo de toda forma de poder. No me imagino a Borges siendo presidente de la Argentina. Esto lo entendió clarísimo el Che Guevara, el hombre que, de no haber existido Borges, hubiese sido el argentino más imaginativo del siglo XX latinoamericano. Guevara, por ser un artista consumado, su leitmotiv, el acicate que lo expelía a la lucha frontal contra la tiranía (llámese de Batista o el régimen militar de los gorilas de Bolivia), era la destrucción total del poder. Viendo de esta manera el proceder de este guerrillero, lógico es reconocer que no quería petrificarse en el poder, y por eso salió de Cuba, y por eso huyó de todo confort del poder; porque él, feroz anarquista, no podía, so pena de inmolarse, ser miembro de facto de un poder establecido.

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