viernes, 18 de septiembre de 2009

Feliz primeros 25, diario del pueblo. ¿Qué chingados de "bicentenarios" vamos a festejar, señora "soberanía"?


Por Julio Boltvinik

En estos días en los que se han puesto en marcha los festejos por el bicentenario de la independencia, la pregunta evidente es: ¿qué independencia festejamos, si lo único que falta para hacer aún más patente nuestra dependencia total es que se instalen bases militares de EU en el país? Es evidente que dada la descomposición nacional, la presencia creciente de la violencia impulsada por la supuesta guerra contra el narcotráfico, la prevalencia cada vez mayor de un Estado de no derecho, que se vienen a sumar a la falta casi absoluta de autodeterminación nacional, éste es un aniversario que no merece festejarse porque suena a burla, a paradoja, que nuestros gobernantes festejen una gesta heroica que buscaba lograr lo que ellos todos los días se encargan de desmantelar.
En agudo contraste, este año, y sobre todo esta semana, se festejan 25 años de circulación de La Jornada, cuya creación constituyó, y la circulación de cada número constituye, actos de independencia, por lo que se trata de un aniversario que sí vale la pena festejar. La independencia de La Jornada se expresa de manera evidente en su carácter crítico, ante todo del aparato del Estado, sobre todo del Poder Ejecutivo Federal. Mantener ese carácter crítico a pesar de que, como bien dice Luis Hernández Navarro (La Jornada, 15/9/09), el poder combinado de anunciantes y gobierno(s) tiene gran capacidad de presión sobre los contenidos informativos de la prensa, es un enorme mérito, casi un milagro, cuya prueba más fehaciente es que se trata del único periódico de circulación nacional que mantiene sistemáticamente este carácter crítico.
Pero no es ésta su única virtud. Comprometerse con causas sociales y políticas es quizás la más importante. Como también señala Hernández Navarro, La Jornada no esconde sus posturas como otros diarios que pretenden ser imparciales. Es un periódico que se compromete con las causas de los débiles, de los movimientos populares, de la izquierda social y de la izquierda política. Que no obedece consignas, como otros medios impresos. Así, mientras éstos actúan como si López Obrador no existiese y no hubiese recorrido en los dos últimos años todos los municipios del país, La Jornada le da plena cobertura a sus recorridos.
En la sección especial de su página web, creada para festejar su 25 aniversario, se lee:
“La Jornada da entrada en sus páginas a las más distintas expresiones de una izquierda política en grave crisis, aquí y en el mundo, y en ella cada autor es respetado en sus perspectivas dentro de esa amplia gama que incluye el pensamiento progresista y de izquierda, reformista y revolucionario. Si con esa libertad se cometen errores preferimos cometerlos, sin que pretendamos imponer nuestra verdad a los que consideramos que están en el error. Optamos por la guerra de las palabras y de los razonamientos”.
Pluralismo en el interior de las fuerzas progresistas.
Antes de nacer La Jornada, en su número Bajo Cero, se expresa que, en el acto de convocatoria para crear el diario, se hizo el siguiente diagnóstico de la realidad del periodismo nacional:
“Después de caracterizar el momento político que vive el país, los oradores del acto, celebrado en el Hotel de México de esta ciudad, señalaron la acusada derechización de los medios informativos a los que, con algunas excepciones, dominan “el conservadurismo ideológico y la estrecha lógica mercantil, cuando no la alianza extranacional. Dada esa situación, dijeron, es imprescindible un esfuerzo de información y crítica”.
Es evidente la actualidad del diagnóstico. Salvo La Jornada entre los periódicos nacionales, y algunas excepciones en revistas y en noticieros de radio, la derechización y la lógica mercantil siguen predominando. Así se describió cómo sería el nuevo diario en el número Bajo Cero:
“Un diario tabloide, de 32 páginas, que ofrecerá abundante información breve, así como reportajes y entrevistas, documentos y crónicas de contexto. El diario combinará la información con la reflexión de fondo sobre los problemas de la hora. La Jornada consignará en sus páginas el movimiento de la sociedad, la realidad diaria y anónima de personas y sectores. Un diario que dé voz a quienes no la tienen. Un diario moderno y plural, abierto en lo ideológico y en lo político. Un diario crítico..., atento a los procesos que marcan la realidad diaria del país y las condiciones internacionales...”
La Jornada de hoy es formato tabloide y, contando La Jornada de Enmedio, duplica el número de páginas planeadas originalmente. Que yo sepa, no existe un mecanismo de evaluación sistemático de La Jornada, pero en términos generales podemos decir que la visión del periódico expresada en este párrafo se ha cumplido cabalmente. Ha dado voz a los que no la tienen, al menos mediante tres mecanismos: a) El Correo Ilustrado, ejemplo extraordinario de auténtica voz pública; b) a través de sus reporteros que entrevistan y narran lo que dicen los sin voz; y c) a través de los espacios de opinión, muchos de los cuales son cubiertos por líderes de la sociedad civil o que, por razones de su actividad, están en continuo contacto con los sin voz. Como dijo José María Pérez Gay en Casa Lamm (La Jornada, 15/9/09): podremos ver con orgullo que seguimos comprometidos y no hemos abandonado el proyecto original. Esto no quiere decir que no se pudiera mejorar, como todo en la vida.
Desde este espacio (con el cual he tenido el honor de acompañar más de la mitad de los 25 años de nuestro periódico, desde febrero de 1995) he querido colaborar en lo que Hugo Gutiérrez Vega identificó (en Casa Lamm el lunes pasado), como un propósito de La Jornada: la lucha contra la enajenación y la apuesta en favor de la inteligencia de nuestros lectores, a través del análisis de la información empírica sobre la pobreza y otras dolorosas realidades del país, y a través de la discusión de ideas, conceptos y teorías económicas y sociales.
Sin La Jornada, sin sus moneros, sin sus reporteros, sin sus fotógrafos, sin sus comentaristas, sin sus dirigentes, sin sus trabajadores, sin El Correo Ilustrado, sin sus editoriales, sin La Jornada de Enmedio, sin sus suplementos, sin La Jornada toda, no toleraríamos la podredumbre nacional; sentiríamos que triunfaron el despotismo electrónico y el PRIAN; perderíamos toda esperanza; sentiríamos que sólo queda callar y obedecer, o tomar las armas. Protejamos, cuidemos, promovamos, apoyemos a La Jornada, colaboremos con ella, para que llegue a los 250 años.

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