martes, 21 de julio de 2009

SU GUERRA


En lo que va de la mitad del sexenio de Calderón, los números de muerte de SU GUERRA, librada con suma estulticia contra cárteles michoacanos, del Golfo, Beltranes (¿es posible creer en ello después de las revelaciones de el Tuta, Servando Gómez Martínez, involucrando a Genaro García Luna con los zetas y los hermanos Beltrán Leyva), exceptuando potentados como don Chapo, menos conocido como Guzmán Loera, arrojan la cuantiosa cifra de más de 12,000 caídos por las metrallas narcas y militares. ¡Peor que la guerra de Afganistán!, dicen algunos miembros de una apacible tertulia que frecuento en noches caliginosas.
Hace pocos días, un arzobispo de Durango había dado el pitazo de que por allá, por el rumbo de Guanaceví, subiendo unas lomitas, vivía el Chapo. Nadie le hiso caso. El poder del fuego de Loera compra voluntades de todo tipo: judiciales o periodísticas.
El año pasado, para la fiesta del Grito, en Morelia, dos granadas de fragmentación silenciaron, con muertos y espantos indigeribles entre la muchedumbre apiñada en el zócalo de esa ciudad, los campanazos independentistas.
En Zacatecas, el 16 de mayo de este año, 53 zetas se fugaron del Cereso de Cieneguillas sin pegar un solo tiro. Y si hablamos del ámbito peninsular, el 29 de agosto del año anterior, algo nunca visto en la Península, el descubrimiento de 13 descabezados por los zetas en montes de Chichí Suárez, le fastidió la tranquilidad a los peninsulares por varias semanas.
En diferentes zonas y franjas de la república, como Chihuahua, Tamaulipas, Durango, Michoacán, el supuesto monopolio de la violencia del Estado se ha resquebrajado, afantasmado: la única violencia ha pasado a ser, en esos puntos, la de las armas narcas; la jurisdicción estatal se ha trocado a jurisdicción narca donde se vive en una cultura de lo imprevisto, de la muerte pegada a las cachas. Los censores gringos, sin diplomacia, nos tacharon como un estado fallido, aunque las poderosas armas de la narco insurgencia son obtenidas en las ferias allende el Bravo.
El ejército en las calles, el ejército policiando en ciudades, sierras, villas, pueblos y retenes. Los derechos humanos que se violan con fruición militaer, pero eso, dicen los defensores del orden a secas, es un efecto colateral de toda guerra. La guerra. Michoacán es una zona intransitable, y García Luna, el señalado por La Tuta como capo infiltrado de los Beltrán Leyva en el Supremo Gobierno calderoniano. Ahí lo tiene don Calderón, su escenario de violencia y su capo para personal servicio de la Guerra, SU GUERRA.

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