viernes, 9 de enero de 2009

Hasta el amargo final


El 30 de diciembre pasado compartí, en lo que cabe, la tragedia de Anwar Baalucha, un palestino de 37 años desempleado. Anwar dormía cuando una mezquita vecina a su hogar, al ser alcanzada por un proyectil israelí, se vino abajo sobre su casa. De entre los escombros, Anwar quedó “mutilado” de hijos, al hallar los cadáveres de sus cinco hijas: Jawaher Baalucha, de 4 años, Dina, de 8, Samar, de 6, Ikram, de 14 y Tahrir, de 17 años. En los funerales de las niñas, Anwar, con las lágrimas de su digna ira cubriéndole el rostro, acusaba a la indiferencia de Israel, de Occidente y del farisaico Consejo de Seguridad de la ONU, del modo siguiente:
“Si un solo niño israelí hubiera muerto, el mundo entero se hubiera indignado y el Consejo de Seguridad de la ONU se hubiera reunido…La sangre de nuestros hijos no tiene valor para el mundo”.
El corazón de Baalucha, lleno de ira, clama justicia, exige venganza; Hamas, por su parte, necesita de milicianos dispuestos a inmolarse. Baalucha es un prospecto idóneo.
El 30 de diciembre anterior, la cifra de muertos de la más reciente limpieza étnica, o guerra de exterminio que el gobierno de Israel perpetra sobre el pueblo palestino, llegaba a 360 con más de 1690 heridos desde que el día 27 mismo, a las 11.30 hora local, 50 cazas de combate israelíes demolieron unos 50 puntos de Gaza en tres minutos solamente. Hoy, viernes 9 de enero, con 13 días de bombardeos de la aviación israelí al indefenso pueblo palestino (digo indefenso, y no me refiero a los milicianos de Hamas), el número de víctimas caídas en Franja de Gaza ya se ha cobrado casi 800 muertos (contabilícese únicamente a palestinos; las cifras de muertos de los dos bandos, como era de esperarse en la más asimétrica de las guerras asimétricas de que se tenga memoria, si hablamos de porcentajes, el 99% de los muertos se entierran en el bando palestino), de entre los cuales, alrededor de 220 son niños, y con más 3,100 personas heridas hasta el momento.Por donde se mire, en Franja de Gaza se desencadena un holocausto (hay que rescatar las palabras tabú como Auschwitz, campo de concentración, pogromo, gueto, genocidio, holocausto, de la historia judía, para referirnos ahora, con ellas, a la historia y a la situación palestina. Esas palabras les corresponden, tristemente, a los palestinos, esos “judíos de los judíos”, según Jean Meyer) de palestinos por blindados y proyectiles teledirigidos desde Tel Aviv, de ráfagas de bombas diseñadas para mutilar y prohibidas por la Convención de Ginebra y otras “superfluas” legislaciones internacionales en la materia (Juan Miguel Muñoz, corresponsal de EL País en Jerusalén, narra que Mands Gilbert, doctor nórdico, señaló a una ONG canadiense que atendió a un niño de 10 años “que tenía el pecho lleno de fragmentos de esas bombas y en su regazo la pierna mutilada de otro adulto”. Esos proyectiles, explicaba Gilbert, “tienen una onda expansiva que sólo alcanza 10 metros, pero quienes se hallan en ese espacio quedan despedazados”. “Hemos visto a muchos pacientes así, con grandes pedazos de tejido muscular desgarrados en carne viva”, añadió el médico Erik Fosse.), de ataques a convoyes de ayuda humanitaria de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA), de caídas de edificios y “efectos colaterales” como lo sucedido el martes 6 en un colegio de Yabalia, Palestina, una de las escuelas de la UNRWA en la que se guarecían 350 palestinos de los bombardeos. En dicha escuela, 46 palestinos (hombres, mujeres y menores desarmados) fueron masacrados por los mismos proyectiles israelíes que segaron la vida de las hijas de Anwar Baalucha. Además de estas muertes, 55 resultaron severamente heridos; en otra escuela de Gaza, tres civiles más perecieron. Una lucha desigual, asimétrica, brutal diría yo, pero inmoral del lado israelí cuando, al explicar la masacre de Yabalia, el comando militar israelí, en un comunicado se atrevió a decir la siguiente falacia:
“Probablemente, se lanzaron cohetes desde la escuela…Una investigación inicial indica que proyectiles de mortero fueron lanzados desde el colegio…En respuesta al fuego enemigo, nuestras fuerzas devolvieron el fuego de mortero”.
Este infamante bulo se anexa a la campaña propagandística de los gobernantes israelíes: “No se persiguen a civiles”, dicen, pero ¿quiénes le creen?De inmediato, altos funcionarios de la ONU exigieron que se investigue el ataque al colegio de Yabalia, lugar donde el único fuego que había, era la magra lumbre salida de los cigarrillos de palestinos para calmar la neurosis producida por la criminal guerra asimétrica que se libra con el invasor gobierno sionista. UNRWA ha asegurado que Israel dispone de evidencias de que no se disparó ningún mortero desde el colegio de Yabalia.
No es necesario decir que esta desaforada manifestación bélica del gobierno de Israel destroza cualquier barrunto de derecho internacional. ¿Leyes internacionales? Tal vez el pensamiento de Hobbes, una brújula indispensable para estos tiempos tan caníbales, acierte nuevamente. En el Leviathan, Libro I, Cap. XIII, se lee que una nación está frente a la otra “en una posición de gladiadores”. Baruch de Espinosa, como buen judío que era, escribió que “el derecho llega hasta donde alcanza el poder”. ¿Qué derecho internacional puede subsistir con una artillería israelí cuyos efectos irracionales (únicamente posibles de ver en las televisoras árabes y en la Internet, pero que en Occidente se prefieren omitir para no dañar susceptibilidades) que atestiguan el universal desprecio hacia el pueblo palestino, se hacen patentes cuando se tienen los arrestos de mirar las imágenes desgarradoras del horror? Juan Miguel Muñoz, escribe:
“Son desgarradoras (las imágenes). Niños y ancianos sacados de los maleteros de los vehículos sin piernas, amasijos de carne quemada”.
Richard Falk, relator especial de la ONU para la situación de los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos ocupados desde 1967 por el gobierno sionista, ha dicho lo obvio, lo evidente, una verdad de Perogrullo: que Israel viola el derecho humanitario internacional en Gaza, que sus acciones constituyen crímenes de lesa humanidad, por lo que los responsables merecen ser juzgados cuanto antes. En el mismo tenor se ha posicionado Human Rights Watch, organización de defensa de los derechos humanos, al pedir la creación de una comisión de investigación de la ONU para esclarecer los actos lesivos a la dignidad humana en los que incurre el gobierno de Israel.
El axioma simple para entender la expansión de la violencia (eso de que la violencia engendra violencia) fue traída a colación por Falk al referirse al casus belli por el cual Tel Aviv puso a funcionar su engranaje armamentístico:
“Es cierto que los ataques con cohetes contra la población civil israelí son ilícitos. Pero esa ilegalidad no confiere a Israel, ni como potencia ocupante, ni como Estado soberano, derecho alguno a violar el derecho internacional y a cometer crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad como represalia. Me permito observar que la escalada israelí de asaltos militares no ha aumentado la seguridad de los civiles israelíes; al contrario, el israelí asesinado hoy, tras el estallido de violencia israelí, es la primera víctima en un año”.
Lo dicho: la violencia engendra violencia. Círculo dantesco esta violencia, círculo viciado de limpieza étnica.
Falk, con la lucidez que le da su cercanía a la maldad, destacó que “un elemento de la crisis humanitaria que se ha desatendido es la ausencia de refugiados” como ocurre en cualquier guerra, porque “Israel impuso un bloqueo sin precedentes y nadie puede salir de Gaza”. Preguntándose por qué la ONU ha hecho tan poco en esta situación”, el relator de la ONU indicó que este organismo “actúa sólo cuando sus principales miembros desean que eso ocurra”, y que “la oposición de Estados Unido a proteger a los palestinos derivó en que Naciones Unidas incumpla su propia carta”, que es la carta de los tan madreados derechos humanos. Ha hecho tan poco, una mierda diplomática apoquinada, que hasta el don Juan Sarkozy se atreve a aplaudir el escupitajo a la dignidad palestina cuando el gobierno sionista de Tel Aviv, desde ayer jueves, por ayuda humanitaria al pueblo palestino, decidió suspender los ataques diarios en Gaza, Rafahh y otros puntos de la Franja de Gaza por tres horas solamente: tres horas, dice el comando judío, tiempo suficiente para que los palestinos pongan en orden sus papeles, escriban su testamento, hagan el amor, lean el Corán o se suiciden por ellos mismos: “La suspensión de los ataques durante tres horas diarias apesta a burla para los palestinos”, afirma, categórico, Juan Miguel Muñoz.
Desde el inicio de la barbarie, desde el primer momento de la Shoá (holocausto en hebreo) al pueblo palestino, realizado en pleno sabath, Israel ha sido secundado por el gobierno estadounidense saliente que, en voz de su secretaria de estado Condoleezza Rice, dio su aval el día 4 de enero para que Israel endureciera el plomo de su aluvión de fuego contra campos de refugiados, pueblos, aldeas y cuanto “zulo” entrevisto donde sospechara de la existencia de las milicias de Hamas atrincheradas con sus cohetes katiuska en una mano, y con el Corán en la otra. Legítima defensa, Israel tiene el derecho de defenderse, pontificaba la morenaza Rice.
La prepotencia de Israel, posterior al sistemático ablandamiento que su ejército hiciera al campo de los “terroristas” con sus incisivos bombardeos en la Franja de Gaza, ahora se corona con el cinismo bíblico de llevar el terror a la población civil. Olmert y Peres no hacen distingos entre civiles y combatientes, entre milicianos de Hamas con sus katiuskas, y jóvenes y niños lapidando a los Goliates blindados. La consigna es, el arrasamiento de Gaza, según comentaba a periodista días atrás un ministro israelí. Miguel Muñoz recoge un sádico sinceramiento de un oficial del Ejército israelí: “Estamos siendo muy agresivos”.
Con Franja de Gaza hecha pedazos, con déficit humanitarios, las agencias humanitarias denunciando una crisis “total” en ese ínfimo pedazo de tierra adolorida de Oriente Próximo, pobre entre los pobres, superpoblada y con falta de alimentos, carburantes, agua potable y cortes frecuentes de electricidad”, Olmert ha asegurado que la operación (léase, limpieza étnica) Plomo endurecido continuará porque “no se han logrado todavía los objetivos” (léase, GENOCIDIO).
El 6 de enero se luchaba ya en las calles de Gaza, unos por la libertad y la vida, otros por matar solamente esa anhelada libertad, esa vida sufrida en el gueto que es vivir en Franja de Gaza con todas las carencias inimaginables.
El historiador francés de la Cristiada, Jean Meyer, escribió en 2001 para Letras Libres un ensayo (El Moloch Internacional) en el que describía la vida de los palestinos en su gueto desde los acuerdos de Oslo por el cual Israel devolvió de mala gana una ínfima quinta parte de sus territorios a los palestinos, evacuando al 20 % de Cisjordania y Gaza:
“Sin fronteras más que con Israel, sin viabilidad económica, sin continuidad territorial (se trata de un archipiélago de islas rodeadas por territorio israelí), sin control sobre el agua, la costa marítima y el espacio aéreo, el microestado palestino es el reino de todas las desgracias y todas las frustraciones. Israel cierra y abre a su antojo el puerto, el aeropuerto, las carreteras; multiplica los puestos de control, deja salir o no deja salir a trabajar en Israel a los numerosos palestinos que se trasladan cada día, para regresar en la noche a dormir en el gueto”.
Meyer escribía que, para entender la violencia palestina, Israel no podía olvidar que “el gueto no es precisamente una escuela de virtudes democráticas y que sus murallas engendran desesperación”. Instrumento y símbolo de la opresión histórica de los judíos, Meyer afirmaba que, en la actualidad, “el Estado de Israel ha levantado guetos para los palestinos y ha hecho de ellos los ‘judíos de los judíos’”.
Hamas, desde el punto de vista de Tel Aviv, es concebido como una organización terrorista con todos lo demonios dentro. En el punto de vista de los palestinos, desde 2006 –fecha en que el gobierno sionista se retiró de Franja de Gaza- es su gobierno legítimo emanado de las urnas de la democracia. Todo es según el punto de vista por el que se mire. Ya lo dijo Galeano: “La diversidad pasa por la diversidad de los puntos de vista posibles”. Pero la intolerancia del muy particular punto de vista de Tel Aviv se hace ascuas cuando los pobres de Palestina se atreven a jugar con sus mismas reglas. Israel, en este exterminio étnico que significa esta escalada bélica, ha dicho que su fin es derrocar al régimen de Hamas, y posteriormente puso como condición el cese total de la arremetida de los cohetes katiuska en suelo israelí (hoy habla de cortar el suministro de armas para Hamas traficadas desde túneles que comunican por el sur de Franja de Gaza con el mercado negro egipcio). El viceprimer ministro Haim Ramon había afirmado esa primera intención de Tel Aviv: derrocar a un gobierno legítimamente constituido en los términos de la democracia occidental. Como ha dicho Juan Gelman: “un Estado que se dice democrático no tenía (no tiene) por qué respetar la democracia cuando de palestinos se trata”. La democracia no es para todos, y menos para “untermenschs”, como posiblemente son vistos los palestinos por el gobierno que encabeza el neofascista Olmert. El 30 de diciembre, una nota de France Presse no dejaba escapar la opinión de Abu Marzouk, un alto funcionario de Hamas, quien desde Damasco, Siria, señaló el motivo de lucha de Hamas, y, por tanto, del pueblo palestino:
“Necesitamos nuestra libertad. Necesitamos ser independientes. Si no logramos eso, entonces tenemos que resistir: Es nuestro derecho”.
Gelman, premio Cervantes 2007, ha hecho una acotación histórica interesante sobre el origen del partido de Olmert, Kadima, una escisión del derechista Likud, que a su vez desciende del Herut, organismo que se encargó de formar políticamente al grupo paramilitar de Menahem Begin, también primer ministro de Israel (1977-1983). Gelman cuenta que en diciembre de 1948, siete meses después de la declaración de independencia de Israel, Begin visitó EE.UU y causó reacciones dispares entre la comunidad judía. Una de estas estuvo encabezada por una carta abierta de repudio a Begin aparecida en el New York Times el 4 de diciembre de 1948, y firmada por Albert Einstein, la filósofa del totalitarismo Hannah Arendt, el rabino Jessrum Cardozo y otros 26 destacados intelectuales judíos estadounidenses. El texto, recordado por Gelman, decía lo siguiente:
“Entre los fenómenos políticos más inquietantes de nuestra época figura la aparición, en el recién creado Estado de Israel, del ‘Partido de la Libertad’ (Tnuat Herut), un partido político estrechamente emparentado con los partidos nazifacistas por su organización, sus métodos, su filosofía política y su demanda social. Fue creado por los miembros y partidarios de la ex Irgun Zvai Lemi, una organización terrorista de extrema derecha y chauvinista en Palestina. La visita actual a EE.UU. de Menahem Begin, jefe de ese partido, ha sido evidentemente calculada para dar la impresión de un sostén estadounidense a su partido y para cimentar los lazos políticos con los elementos sionistas conservadores de EE.UU.”.
Y continuaba así:
“Muchos norteamericanos de reputación nacional han prestado su nombre para acoger esa visita. Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en el mundo entero, muy correctamente informados sobre el pasado y las perspectivas políticas de M. Begin, puedan sumar sus nombres y apoyar al movimiento que él representa”. Señala que es preciso informar a la opinión pública del país sobre el pasado y los objetivos de Begin –“uno de los que han predicado abiertamente la doctrina del Estado fascista”– para no dar la impresión en Palestina de “que una mayoría de EE.UU. respalda a elementos fascistas en Israel”. A continuación menciona la matanza que las fuerzas israelíes provocaron en la aldea árabe de Deir Yassin, “que no había participado en la guerra y que incluso había combatido a las bandas árabes que querían convertirla en su base de operaciones”. Precisa: “El 9 de abril (de 1948), bandas de terroristas (israelíes) atacaron esa pacífica aldea, que no era un objetivo militar, asesinaron a la mayoría de sus habitantes –240 hombres, mujeres y niños–- y dejaron a algunos con vida para hacerlos desfilar por las calles de Jerusalén. Invitaron a todos los corresponsales extranjeros a ver las montañas de cadáveres y los destrozos causados en Deir Yassin”.
Me pregunto si el poeta uruguayo Gelman, defensor con su canto poético de la dignidad humana y víctima directa de los gorilas uruguayos, al rescatar atinadamente ese documento histórico de hace 60 años y firmado por genios de la talla de Arendt y Einstein, en realidad –como diría el gobierno israelí a todo el que se atreve a ejercer la lucidez del incordio- haya sido embaucado, o dejado embaucar, por “la más baja propaganda de Hamas”. Yo no lo creo así. En Gaza, como bien ha dicho el cardenal Renato Martino, en estos momentos se da un performance macabro de “campo de concentración”.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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